Juan Freire, ribadense muerto en la evasión de 795 presos de una cárcel franquista

martín fernández

LUGO CIUDAD

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

El mariñano fue uno de los 198 gallegos, 14 de Lugo, que habían escapado del fuerte San Cristóbal de Pamplona

16 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue un domingo 22 de mayo de 1938, al caer de la tarde. Fue también la mayor evasión de presos de una cárcel franquista y una de las más legendarias del continente europeo. Aquel día, 795 prisioneros republicanos huyeron del fuerte San Cristóbal situado en la cima del monte Ezkaba, a 10 kilómetros de Pamplona. Hartos del hambre y del frío, de los malos tratos y de las condiciones infrahumanas, aprovecharon que la mayor parte de la guarnición disfrutaba del día en la capital navarra y escaparon con la idea de llegar a la frontera francesa, a escasos 50 kilómetros. Entre ellos iban 198 gallegos, 14 de Lugo. Al ribadense Juan Freire Monasterio lo mataron, como a un conejo, en plena escapada a campo abierto. La fuga acabó con la muerte o detención de la mayoría de los huidos de un penal en el que estuvieron, entre 1936 y 1945, siete mariñanos de Ribadeo, Viveiro, Burela, A Pontenova y Ourol.

Uno de cada cuatro de los que se fugaron eran de origen gallego: 108 de Pontevedra, 49 de A Coruña, 27 de Ourense y 14 de Lugo. El 27% de ellos perdió la vida en el intento, como le pasó al ribadense Freire Monasterio, de 26 años, soltero, natural y vecino de Ribadeo en el momento del golpe militar que desató la guerra. Se ganaba la vida como limpiabotas y militaba en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), el sindicato de orientación anarquista. Fue detenido al comenzar la contienda por apoyo a la rebelión y desafecto al Movimiento y encarcelado en el penal pamplonica.

196 fueron abatidos

Según documenta Francisco Xavier Redondo Abal en su libro Ezkaba. Galegos na grande evasión, los otros lucenses que participaron en la huida fueron Juan Álvarez Varela, de A Cova (O Saviñao); Juan Armesto Álvarez, de Sober, muerto en prisión por enfermedad en 1942; Pascual Campos Ares, de Cospeito, asesinado durante la evasión; Julio Castelo Pérez, de Trasparga (Guitiriz); Francisco García Álvarez, de Lugo; Manuel Gay Fernández, de Doade (Sober), liberado en 1942; José González Fernández, de Sober; Laureano López Arango, de A Pobra de Brollón; Rogelio López Cabo, de Monforte; Carlos Pol Montaña, de Rubiás, Lugo; Alejandro Redondo Anido, de Marful (Outeiro de Rei); y Francisco Rivera Bouza, de Pantón, y Serafín Vilariño Paredes, de Palas de Rei, caídos durante la evasión.

Los escapados fueron perseguidos por fuerzas del Ejército y grupos de la guardia civil y paramilitares advertidos al poco de la gran fuga. 585 fueron rápidamente apresados y vueltos a la disciplina del penal. A 14 los fusilaron el 8 de agosto del mismo año, en juicio sumarísimo, como promotores de la escapada. Y 196 cayeron abatidos cuando huían monte a través o tras su detención. La mayoría no tenían más delito que la disidencia política: eran demócratas, antifascistas y republicanos.

Hambre, malos tratos, vida infrahumana y robo de fondos públicos

Años después de acabada la guerra, cuando las autoridades franquistas celebraron juicio contra los directores de la prisión se conocieron algunas claves de la evasión más allá de la lógica ansia de libertad de todo preso.

El director del fuerte convertido en penal era Alfonso Rojas que había desempeñado un cargo similar en la Cárcel Modelo, de Barcelona. Era hermano de Manuel Rojas, el capitán de la guardia civil responsable de la masacre de anarquistas y vecinos de Casas Viejas (Cádiz) en 1933 que supuso el inicio de la pérdida de apoyos políticos y sociales de la República y que conduciría meses después a la caída del gobierno republicano-socialista de Azaña. Rojas delegó la gestión de la prisión en el subdirector, Manuel Muñoz, y en el responsable militar del presidio, el alférez Manuel Cabezas Espino.

Al poco de concluir la legendaria fuga -que puso en ridículo internacional a los militares del bando sublevado- las autoridades franquistas celebraron un juicio de urgencia en 1938 para aclarar las circunstancias en que se llevara a cabo y depurar responsabilidades.

Y en ese proceso salieron a la luz algunos porqués de la evasión. No eran otros que los malos tratos, el hambre y las infrahumanas condiciones de vida que padecían los reclusos como consecuencia de la malversación de fondos públicos que venía ejerciendo Muñoz con el tácito consentimiento de Rojas. Es decir, el robo del presupuesto destinado a la adquisición de alimentos y medicinas, el uso fraudulento e irregular del economato y la enfermería que se acreditó en el expediente instruido. Aún así, los tres responsables fueron exonerados de culpa en 1945.

El cabecilla y organizador de la huida fue Leopoldo Pico Pérez, un cántabro que vivía en Bilbao, trabajaba en los astilleros Euskalduna y militaba en el PCE. Su idea era escapar de las duras condiciones del penal, llegar a la frontera de Francia y reincorporarse a las filas republicanas. Pero de los 795 huidos solo tres consiguieron el objetivo…

Presos de Viveiro, Burela, Ribadeo, A Pontenova y Ourol y un exalcalde de Lugo que evitó muertes

El fuerte de San Cristóbal, habilitado como cárcel franquista en la Guerra Civil, ocupaba una extensión de 600.000 metros cuadrados en el monte Ezkaba (aproximadamente de 75 u 80 campos de fútbol). Había sido construido durante la 2ª Guerra Carlista como fortaleza militar que dominara Pamplona y evitara asedios a la ciudad. Las obras, de 1877 a 1919, consistieron en perforar la cima del monte y construir instalaciones enterradas en la montaña, al abrigo de la vista exterior.

Sus condiciones de habitabilidad eran durísimas por el frío, la humedad, la presencia de piojos y otros insectos que facilitaban las infecciones parasitarias y enfermedades como la tuberculosis pulmonar, la anoxia (falta de oxígeno) o los colapsos. La presencia entre los reclusos de un médico -Francisco Lamas, militante de Izquierda Republicana, ex alcalde de Lugo en el Frente Popular- evitó muchas muertes aunque él, en realidad, era psiquiatra.

Entre 1936 y 1945, en la fortaleza navarra estuvieron presos 604 gallegos, siete de ellos de A Mariña. De Viveiro eran tres: Guillermo Arenas Casal, barbero, con condena a cadena perpetua; Antonio Cao Castiñeiras, indultado en 1942; y Juan Fernández Quelle, obrero, también condenado a perpetuidad. De Ribadeo, el citado Juan Freire Monasterio. De A Pontenova, Jaime García Pérez, peón, juzgado por rebelión militar. De Ourol, José Hermida Rubal, labrador, vecino de Vilacampa (O Valadouro) que murió en prisión por enfermedad. Y nacido en Viveiro pero residente en Burela tras salir de la cárcel era Teolindo Pardo Teijeiro, jornalero, condenado en Lugo a cadena perpetua por rebelión militar.