Olga Sobrado, de Casa Pedro, en Láncara: «A cantina é a miña casa, eu atendo ata que me vou a cama»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LÁNCARA / LA VOZ

LÁNCARA

Olga atiende a tres jóvenes de la zona en el bar, donde antes también había ultramarinos
Olga atiende a tres jóvenes de la zona en el bar, donde antes también había ultramarinos ALBERTO LÓPEZ

La lancaresa mantiene abierta uno de los últimos bares de las aldeas: «Se alguén mo pide, doulle de comer o que teña na cociña»

10 dic 2023 . Actualizado a las 19:51 h.

Las cantinas en las aldeas parecen estar destinadas a ser historia más que presente. Pero contra la imparable despoblación todavía queda algún bar que mantiene la antigua vida de los pueblos. Es el caso de Casa Pedro, en Láncara. Olga Sobrado cogió el testigo de sus padres y sigue abriendo cada día en la aldea de Armea, donde ya no tiene ultramarinos pero sí bar y comida para quien lo necesite.

La que fue cantina es la planta baja de su vivienda familiar. Sus padres la abrieron en los años 60 y compaginaban la barra con las ferias o fiestas, a las que iban con su propio puesto. Olga y su hermana fueron criadas en el bar. La lancaresa recuerda cuando había seis cantinas en el concello y vecinos «abondo» para que todas tuvieran clientes. «Na miña xuventude as aldeas eran moi grandes e había máis xente». Se notaba sobre todo, cuenta, en los días de baile, los 24 de cada mes en el salón de Láncara: «Pasaba moita xuventude».

La población aminoró y llegaron a Sarria o a Pobra de San Xiao las grandes cadenas de supermercados así que hace 30 años, cuando ella empezó a trabajar en la cantina, se deshicieron del ultramarinos. «Eu traballei xa só cun almacén. A xente empezou a ir a facer comprar grandes ao súper e aquí viñan cando se lles esquecía algo ou necesitaban azucre, galletas...», cuenta.

Así que Olga Sobrado se quedó con la barra del bar, la máquina de tabaco y un par de mesas donde da de comer de la manera más casera posible, como si tuviera comensales invitados en casa. Al entrar en Casa Pedro, la primera puerta muestra la cocina personal de Olga. «Non teño restaurante pero se chega alguén que necesita comer doulle do que teño na casa, xamón, chourizos...». La lancaresa suele tener visita de transportistas: «Se mo piden fago comida para tres ou catro». Explica que ahora que tiene que cuidar de su madre, además de atender el bar, no quiere dar también comidas porque está sola y no daría a todo. Con ese ritmo de vida también crio a dos hijos: «Igual que fixeron os meus pais». Así que tiene claro que lo que más se vende es la cerveza.

Los clientes son inquilinos y Olga trabaja siempre que haya gente: «Eu vivo aquí e atendo ata que me vou a cama». Se levanta a las nueve de la mañana por si alguien entra por la puerta y no cierra al mediodía. Aun así, hay días que el local se llena y otros que pasa una persona: «A veces non ganas un duro pero pasas o día, aínda que sexa porque alguén ven comprar tabaco á máquina». Olga cuenta cómo es su rutina mientras atiende a tres jóvenes que se quedaron a vivir en las aldeas de la zona: «Vimos aquí aposta para ver a Olga», bromean.

Aunque la afluencia de clientes nada tiene que ver con los primeros años de la cantina, lo cierto es que los vecinos de la zona más mayores más un grupo de jóvenes que se incorporó a las explotaciones mantienen el bar animado. «O verán é moi majo», asegura Sobrado. «Hai moita xuventude que se quedou e somos moitos», añade uno de los clientes. Además, son un lugar de paso hacia Sarria. En los meses de mejor tiempo no le faltan consumidores, ahora en inverno es cuando está más tranquilo.

Por el momento, Casa Pedro seguirá funcionando a mano de Olga, hasta que se jubile. Recuerda que al principio no le gustaba nada trabajar en la cantina pero todo mejoró para ella en los últimos años: «A partir da pandemia estou moito mellor, está máis tranquilo e agradecino porque se tivera que estar encerrada nun piso dábame algo». Seguramente cuando Olga se retire también tendrá que retirarse la cantina porque sus hijos hicieron vida en Lugo. Además, alquilar el local es complicado porque es el bajo de su propia vivienda. Pero lo importante para la lancaresa es el presente y lo que sucede ahora es que sus clientes le dicen: «Olga non podes pechar que nos quedamos sen cantinas!».