«Las bodegas de Vilachá son un lugar mágico y de posibilidades infinitas»

Luis Díaz
luis díaz MONFORTE / LA VOZ

A POBRA DO BROLLÓN

Juanjo Figueroa, habitual en las últimas ferias del vino, será el pregonero en Vilachá
Juanjo Figueroa, habitual en las últimas ferias del vino, será el pregonero en Vilachá MARCOS CREO

El sumiller Juanjo Figueroa será el pregonero de la feria y guiará una cata musical junto con Suso Corenta

02 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Juanjo Figueroa (Vigo, 1982) se hizo sumiller por sed de conocimientos. La historia comienza en 1992 cuando, junto a su mujer, abre Lume de Carozo, el bar-restaurante que aún trabajan en el Casco Vello vigués. Ella había estudiado cocina y hostelería. Él suplía con ganas las lagunas en su formación: «Tenía un perfil bajo en conocimiento del vino y en la sala me parecía algo muy necesario». Se apuntó en todo cuando curso de cata se ponía a tiro y fue alumno de la primera promoción del curso de sumiller profesional del Instituto Galego do Viño (Ingavi), del que luego sería responsable. Desde hace tres años, preside la Asociación Galega de Sumilleres (Agasu). El domingo a la una del mediodía leerá el pregón de la Feira do Viño de Vilachá. Un espacio «mágico» para disfrutar de los vinos de una apartada ribera del Sil en la que vislumbra «un potencial infinito».

—Se ha hecho fijo en el programa de la feria.

— Sí, ya llevo tres o cuatro años yendo. Fue a raíz de contactar con Xosé Gago [responsable municipal de dinamización turístico-cultural en A Pobra do Brollón] en una cata de vinos que impartí en Monforte. Se le ocurrió que podía ir a Vilachá y fui encantado.

—¿Conocía el conjunto de antiguas bodegas en el que se celebra la feria?

—Había ido unos años antes con Roberto Regal [enólogo y viticultor de Chantada]. Un día estaba de visita en su bodega del Miño y me preguntó si conocía Vilachá. Cuando le dije que no había ido nunca me dijo que tenía que ir. Me llevó allí aquel mismo día y la verdad es que quedé enamorado del sitio. A Roberto le debo el haber descubierto esa zona y aprender a valorar sus vinos con conocimiento y sin ego.

—¿No le choca que siga siendo todavía poco conocida fuera de la Ribeira Sacra?

—Es increíble que un verdadero paraíso como Vilachá no sea más conocido en Galicia. Para mí, desde luego, es una verdadera maravilla.

—Desde la perspectiva del sumiller, ¿cómo ve la convivencia en la feria de vinos comerciales y de cosechero?

—El sumiller debe catar productos con criterio. Yo me alejo un tanto del perfil más clásico, procuro ser lo más abierto posible. Me gusta transmitir todo lo que hay detrás de un vino, y Vilachá tiene talento, tierra, historia y cultura para exportar. Es una feria en la que está perfectamente representada una parte de la tradición vitivinícola de Galicia. Hay muchos perfiles de vinos y a mí me gusta que puedan convivir porque si no perdemos riqueza. Todos tienen su público y lo ideal es que puedan sobrevivir en común.

—El público de las catas que comenta en Vilachá suele ser bastante diferente al de las aulas del Ingavi en Santiago.

—Sí, pero siempre son muy divertidas y bonitas. La gente que cultiva sus viñas también tiene un conocimiento muy grande del vino, por elaborarlo y por trabajar las viñas. También encuentro muchas veces en Vilachá a antiguos alumnos del curso de sumiller que vienen desde distintos lugares de Galicia para conocer esta cultura tradicional. Me parece muy interesante este enfoque y la atención que se le presta en la feria al folklore popular con los grupos musicales.

—¿Y qué le parecen los vinos de cosechero?

—Es un tipo de elaboración que podría definirse como de kilómetro cero. En Galicia siempre se hizo vino para casa. No veo que sea algo perjudicial para el que lleva el sello de una denominación de origen. Los vinos de cosechero son una realidad y una muestra más de la riqueza vitícola de Galicia. No me parece que hagan ningún daño a los que se mueven a otros niveles de comercialización, entre los que hoy se hacen cosas extraordinarias.

—¿Incluiría algún vino de cosechero en la carta de su local?

—Por supuesto que sí, siempre que tuviese registro sanitario.

—Hay quien dice que el vino sabe mejor cuando se disfruta en un lugar como Vilachá?

—Estoy completamente de acuerdo. Vilachá es una feria que se llena de gente deseando disfrutar de un entorno mágico. No es lo mismo que beber el vino bajo una enorme carpa.

—El viernes dará una cata ambulante y musical.

—Voy a llevar la guitarra y acompañaré a Suso Corenta. En las paradas que hagamos para la cata cantará canciones con sus letras sobre la feria y la ribera de Vilachá. Suso es un personaje histórico y fascinante. Vamos a ser los Alberto Pérez y Javier Krahe de Vilachá [risas].

—Las bodegas de Vilachá solo abren al público por la feria. ¿No sabe a poco para un lugar tan especial?

—Organizar más actividades podría estar bien, siempre que sean rentables y respeten este lugar tan mágico. Hay que tener en cuenta que muchas bodegas aún se utilizan por sus dueños para la elaboración del vino y quizás no estén por la labor. Desde el Ayuntamiento ya se están moviendo cosas para dinamizar la zona. Para mí, Vilachá tiene posibilidades infinitas.

—El vino en Ribeira Sacra vive momentos de incertidumbre ¿Cómo ve el futuro?

—Es un momento de incertidumbre a nivel mundial, no solo para Ribeira Sacra. La situación del mercado obliga a hacerse preguntas y eso no me parece malo. Dudar es bueno porque contribuye a abrir un debate muy necesario. Posiblemente haga falta algún tipo de cambio y estoy seguro de que los nuevos responsables del consejo regulador van a liderarlo. Es el momento de organizar foros con enólogos, viticultores y gente vinculada al mundo del vino. Hay que hablar mucho, discutir mucho y probar mucho. Ribeira Sacra produce vinos que gustan y con calidad altísima. En el contexto del cambio climático, es una zona atlántica con capacidad para elaborar vinos frescos que puedan despuntar a nivel internacional.