De la cárcel a un festival internacional

Ricard G. Samaranch TÚNEZ

INTERNACIONAL

Ricard G. Samaranch

Desde el Gobierno se piensa que el teatro tiene efectos terapéuticos

15 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En las representaciones que tienen lugar en el teatro Ibn Khaldoun de Túnez, una de las sedes del Festival Internacional de Teatro de Cartago, se respira un ambiente especial. La pasión por el teatro es común en otros escenarios, pero solo aquí se puede ver un brillo especial en los ojos del público, un verdadero anhelo antes de que suba el telón. No en vano, el Ibn Khaldoun es la sede de una sección paralela del festival en la que compiten las compañías de teatro de cada una de las cárceles del país magrebí. Y entre el público, sobre todo, se hallan los familiares de los presos actores.

El miércoles es el turno de la compañía de la cárcel Burj Erroumi, ganadora del primer premio del festival del año pasado. El título de la obra es Viaje, y su director, Mohamed Alí, describe el texto como «existencialista». «Se sitúa en un cementerio, y los protagonistas son las almas de los difuntos, que reflexionan sobre la identidad, sobre lo que somos y lo que fuimos», comenta Ali, que explica que el texto ha sido fruto de un esfuerzo colectivo durante meses con los actores. Ali, un apasionado del teatro, es el responsable de las actividades culturales y deportivas de la otrora temida cárcel de Burj Erroumi, conocida por albergar presos políticos durante la dictadura de Ben Alí.

«No se puede definir con palabras lo que representa para nosotros poder estar aquí, en el festival, actuando delante de nuestros familiares», comenta uno de los cinco actores de la pieza, del que no se puede reproducir el nombre siguiendo las normas del Ministerio de Justicia tunecino. «El teatro es una verdadera escuela de la vida. La verdad es que nunca me había interesado por él. Y mira que teníamos un centro cultural en el barrio, pero nos pasábamos el día jugando a fútbol al lado», comenta un compañero suyo. Ambos dicen que la experiencia en la compañía les ha cambiado la vida abriéndoles nuevos horizontes.

Desde el Ministerio de Justicia hacen una evaluación muy positiva de la iniciativa. Este es el séptimo año que las compañías de las cárceles participan en el festival de Cartago. La iniciativa forma parte de un cambio de filosofía que tuvo lugar después de la Revolución del 2011, cuando predominaba una mentalidad más cerrada y punitiva. En esa evolución ayudó el proyecto de intercambio con el Servicio Penitenciario de la Generalitat financiado por la Agencia Catalana de Cooperación.

«El teatro, y el hecho de poder hacer representaciones fuera, tiene un efecto terapéutico y ayuda a la posterior integración en la sociedad. Para empezar, refuerza su autoestima y cambia su comportamiento. Piensa que sus familias a menudo se avergüenzan de ellos. En cambio, el festival les da la oportunidad de sentirse orgullosos de ellos», apunta Tarek Fenni, responsable del departamento de reinserción del Ministerio de Justicia.

La última en salir del teatro es una anciana, ataviada con un pañuelo y lágrimas en los ojos. Durante un buen rato, ha estado sentada en el escenario agarrada a su hijo, uno de los actores más aplaudidos. «Hemos venido de Hamamet para verlo. Estamos muy contentos. Ha sido un acto muy bonito», dice emocionada, mientras la rodean una decena de familiares.

Los presos aseguran que les gustaría continuar vinculados al teatro cuando salgan de Burj Erroumi, y al ser preguntado sobre la posibilidad de convertirse en actores profesionales, uno suelta un «ojalá». La expectativa no es descabellada según Mohamed Alí, el director, que alaba sus interpretaciones. De hecho, no sería la primera vez que algo así sucede. «Hay dos o tres de presos que forman parte de compañías. Hay una relación entre algunos directores y las compañías, les han dado clases y les conocen», apostilla Menny.