Terras Gauda presenta La Mar 2021, un caíño único y atlántico

C.O.BOUZA

VINOS

El Grupo Terras Gauda abandera un modelo de vitivinicultura cuyo objetivo es la diferenciación con vinos enraizados a sus orígenes, a las tierras que baña el Miño y que encuentran, río abajo, el océano Atlántico, que le aporta al caldo su frescura y su carácter marino

31 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La trayectoria del grupo bodeguero gallego está marcada por una búsqueda constante de la diferenciación. Un objetivo que ha definido su modelo de vitivinicultura, con premisas a las que se mantiene fiel desde hace décadas. La fidelidad a los orígenes, a poner en valor las variedades autóctonas de sus respectivos territorios, y a que la excelencia fije los criterios en todos los procesos, empezando por el mimo con el que se cuida la viña, son sus señas de identidad. Cada vino nos recuerda el terruño en el que nace y la singularidad de sus raíces que, en el caso de La Mar, es un elemento plenamente distintivo.

El afán de diferenciación y el compromiso con el medio ambiente, en alianza con la apuesta pionera por el

I+D+i, han confluido para elaborar este vino con la variedad caíño blanco como protagonista por sus grandes virtudes enológicas, de tal modo que surgen características que hacen que este vino sea único, como la influencia atlántica, la cercanía al mar e incluso el esquisto de las rocas sobre las que se sitúa el viñedo, en empinadas laderas.

Una uva autóctona

La singularidad y la fidelidad al terruño forman parte del ADN de esta bodega, que sigue con paso firme esta vía. Pese a las dificultades, apostó por recuperar esta variedad para que no se perdiera por su extraordinaria calidad y el valor añadido que aporta a la cultura y al mundo del vino. El caíño blanco es realmente singular y elemento de distinción para Terras Gauda, posicionada como una bodega con sensibilidad hacia una vitivinicultura que pone en valor la tradición y las variedades ancestrales, en estrecha unión con los proyectos de I+D+i. La bodega logró que las cepas enraizaran en una zona complicada, de fuertes pendientes y profundas rocas, con suelos pobres. Una complejidad que acentúa su definida personalidad.

En la actualidad, el 85 % del caíño blanco de la denominación de origen Rías Baixas se vinifica en Terras Gauda. Esta variedad destaca por su extraordinaria acidez, que favorece la capacidad de envejecimiento y que, cultivada sobre el mismo suelo y con las mismas condiciones climáticas, recoge como ninguna otra las características de la tierra en la que empieza realmente el proceso de creación de un vino, que está tan estrechamente vinculado a su territorio, que no es posible en ninguna otra parte del mundo. El racimo es pequeño, de ciclo largo, de brotación temprana y maduración tardía. Es una uva delicada y autóctona de Galicia.

LAS VIÑAS DE O ROSAL: son las que producen la mayor parte del caiño blanco gallego, y fue Terras Gauda quien recuperó esta variedad. Es una uva de escasa producción, de ciclo largo y maduración tardía, lo que acerca el peligro de la llegada de las lluvias.
LAS VIÑAS DE O ROSAL: son las que producen la mayor parte del caiño blanco gallego, y fue Terras Gauda quien recuperó esta variedad. Es una uva de escasa producción, de ciclo largo y maduración tardía, lo que acerca el peligro de la llegada de las lluvias.

Su especial elaboración

Su particular modo de elaboración termina por imprimir el carácter único de La Mar. Las uvas maceran en frío durante más tiempo para aprovechar su alto porcentaje de piel, favoreciendo la extracción de sus sutiles aromas. Tras la fermentación alcohólica, el vino permanece en contacto con sus lías por un período superior a dos meses. A continuación, descansa a baja temperatura, al menos otro medio año, hasta que se embotella, donde termina de afinarse mediante un largo y tranquilo reposo.

De este vino, que es el resultado de un coupage del 98 % de caíño blanco y el 2 % restante de albariño y loureira, se elaboran algo más de 43.000 botellas, y los expertos dicen que tiene «un recorrido aromático muy intenso y cautivador, pero que, donde verdaderamente sorprende, es en boca.

Llena el paladar con su volumen. Jugoso, carnoso y muy amplio, resulta tierno y fresco a la vez, gracias a su textura sedosa y a una extraordinaria acidez que favorece su capacidad de envejecimiento de, al menos, cinco años y evolucionando en botella, lo que le aporta mayor complejidad y madurez. Para el maridaje, pescados y mariscos y platos especiados o ligeramente picantes».