Aprender a contar la vida con Pedro Mairal

FUGAS

El escritor Pedro Mairal, en la presentación de su novela «Una noche con Sabrina Love» en la librería Moito Conto, de A Coruña
El escritor Pedro Mairal, en la presentación de su novela «Una noche con Sabrina Love» en la librería Moito Conto, de A Coruña MARCOS MÍGUEZ

El autor ofrece un seminario intensivo digital «para quienes tienen ganas de relatar una historia aunque nunca hayan escrito una línea»

22 abr 2022 . Actualizado a las 11:12 h.

Compartir un don es de virtuosos. Y para virtuoso, Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970). Que ganara el Premio Clarín de Novela con 28 años no es lo más interesante de su biografía. Tampoco que sus lectores sean legión. Ni siquiera que se dedique a la música —para hacer algo en lo que se sienta con la plena libertad de equivocarse sin defraudar a nadie— es tan singular como el hecho de que haya dado clases de redacción a abogados. Lo cuenta en Maniobras de evasión (Libros del Asteroide, 2019). Y lo cierto es que no es difícil imaginarlo desenredando el lenguaje jurídico. Después de todo, es lo que hace en sus libros, que siempre parecen estar desenredando la vida, que no es poco. La literatura de Mairal sabe burlar a la solemnidad. Por eso, el lector se descalza y se pone cómodo entre sus páginas.

¿Cómo lo hace? Eso es lo que responde el argentino en su seminario intensivo Cómo contar la vida. El nombre ya da pistas, porque el ejercicio va más allá de la literatura y el aprendizaje también. El paquete, disponible en la plataforma Nau, ofrece tres encuentros virtuales con Mairal y con un grupo de curiosos regados por todo el mundo. ¿Y de qué va? Este es un esbozo de esas cinco horas de charla con uno de los autores latinoamericanos más importantes de la actualidad.

La primera lección ­—extraoficial— llega apenas minutos después de que Mairal empiece a interactuar con el grupo: le interesa todo, se fija en todo, escucha con ganas. Con la curiosidad en carne viva, el autor descubre cosas porque hace de cualquier conversación un mapa del tesoro. La primera lección oficial en una frase: «Recordar que el personaje tiene un cuerpo, es un cuerpo, ante todo. Y el lector también». Es decir: escribir para todos los sentidos. Porque no es lo mismo un coche que un coche azul, que un coche azul pequeño, que ese coche azul y pequeño que siempre olía a la loción de mi abuelo.

La experiencia sensorial

«Lo interesante es lo que está a nuestro alrededor y que se nos volvió invisible de tanto verlo», asegura. Por eso, explica que el narrador busca también una especie de reconciliación con la experiencia sensorial cotidiana, como Proust con sus magdalenas. Tal vez sin darse cuenta, Mairal invita a escribir para devolver al lector a una suerte de infancia.

Cree que los haikus (poema japonés de 17 sílabas y tres versículos de 5, 7 y 5 sílabas) son el gimnasio perfecto. Y dice más: que siempre mejoran cuando están libres del yo, «porque entonces el que habla ya no sos vos, vos solo muestras las cosas». Además, invita a experimentar con las «intuiciones»: atreverse a cruzar los sentidos de forma improbable, como aquel Amor amarillo al que le cantó Cerati.

Invocar la poesía

Segunda lección: aprender de la poesía, que sabe burlar la censura de lo que pensamos, para trascender a lo que sentimos. Cita versos de Violeta Parra (Me han preguntádico varias persónicas si peligrósicas para las másicas son las canciónicas agitadóricas) y de Julio Cortázar («Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios»). Pero estremece con La casa de la niebla, de Elena Annibali, que empieza así: «Señor, vos le diste a mi hermano un Ford falcon rojo / para llegar a la casa de la niebla / y después qué / ¿le dijiste? / ¿le explicaste que el camino estaba cortado? / ¿que el motor estaba roto? / ¿que todo estaba roto? /¿que no había vuelta?».

Recuerda que la poesía también es contemplar el mundo desde otros ojos, como hace Selva Almada, que decide describir un pueblo desde los sentidos de un perro en su novela El viento que arrasa. Y lo borda.

Lo que no decimos

Que los diálogos tienen que reflejar sobre todo lo que no decimos, como sucede en la vida, es la última lección de Mairal. Recomienda tejerlos con sus intrigas, sus imperfecciones y sus silencios. Dice que cuando irrumpe el diálogo en la narración, todo pierde solemnidad, y de eso se trata. El diálogo es, en definitiva, acción sin filtro. Y da una clave fundamental: que también hablamos con el cuerpo.

Invita a valerse de la «palabra viva», esa que es hija no solo de su tiempo sino de su contexto. Casi mejor que el propio autor, lo resume uno de sus personajes en La uruguaya (Libros del Asteroide, 2016): «¿Viste cómo le suena el billete cuando habla?», le dice un ladrón a otro mientras la víctima del atraco los insulta.

Llegados a este punto, el lector debe sospechar que resumir a Mairal roza lo imposible. Se pierden frases, referencias literarias, cruces con la música y el cine, anécdotas. Decir que esto es todo sería mentir, lo único que se puede hacer es recomendarlo.

Bonus Track: familia, sexo e internet

No sorprende que, con el éxito de sus seminarios, el autor haya decidido poner en marcha un Cómo contar la vida II. Tres temas, tres abreboca. Del sexo: mostrar lo incómodo, los pantalones en los tobillos que no dejan caminar. Pero sobre todo, mostrar lo justo, porque no hay fórmula para hacerlo bien y muchos intentos terminan en naufragio. Dice que acierta Stendhal cuando resume en un punto y coma la noche de pasión más esperada de su novela Rojo y negro. De la familia: tener en cuenta los roles, las mascotas, las particularidades y la casa como un espacio atravesado por el tiempo y las generaciones. Con una mención especial a Los Sorrentinos, de Virginia Higa, que envuelve a los lectores en un lenguaje que es también un código. Por último, de internet: pensar la vida digital como una fuente de voyeurismo. «¿Qué huellas deja un personaje en su buscador? ¿ ¿Qué decía ese mensaje borrado? ¿Cómo construye su identidad digital? ¿Qué oculta?». Las preguntas que muchos preferirían no responder. Por lo menos en público. Hasta ahí quiere llegar la literatura de Mairal.