Ferrol, con la mirada en el horizonte

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

16 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces —no sé si esto también les ocurrirá a ustedes— uno escucha decir algo que, aunque en principio no llamase especialmente su atención, al final no deja de darle vueltas en la cabeza. A mí me ha pasado con la frase «un libro en el que esté todo», que he oído repetir, con cierta frecuencia, a diferentes amigos, durante los últimos meses. Y claro, podría haberles preguntado a ellos a qué se refieren, en realidad, con una expresión así. Lo más fácil habría sido eso. Pero, por una razón o por otra, no lo he hecho; y, con la esperanza de llegar a una conclusión por mí mismo, he preferido dejar que esa frase fermentase detrás de mis ojos. Aunque debo confesar que de nada me ha servido actuar de esa manera, y que el sentido último de esas palabras continúa siendo para mí, a estas horas, un completo misterio. Los libros, queridos amigos, siguen su propio camino. Tienen vida propia. Van y vienen a su antojo, sin aceptar órdenes de ninguna clase. De hecho, estoy convencido de que incluso deciden cuándo quieren nacer, en qué momento llegan al mundo. Es más: creo firmemente que aunque a menudo —y con cierta frivolidad— hablemos de escribir novelas, lo cierto es que son ellas quienes nos escriben a nosotros. Desde mi punto de vista, los libros que verdaderamente importan no son los que dicen lo que esperamos escuchar, sino quienes nos hacen, cada día, preguntas nuevas. Preguntas que, muy probablemente, ni siquiera sus autores llegaron a imaginar. Por eso me gustan tanto Faulkner y Joyce, Pla y Benet, Simenon y Conan Doyle, Marguerite Yourcenar y Cunqueiro. Como me gustan Stevenson, Twain, Torga, Darío Xohán Cabana, Valle, Luz Pozo Garza, Piglia, Borges o —por citar solo un nombre más, y disculpen mi constante empeño en invocarlos— Pío Baroja.

Hace un par de días mantuve una larga conversación, como siempre luminosa, con el poeta Carlos Vidal. Me habló mucho del Ferrol de mediados del siglo pasado, una ciudad decididamente literaria. (También yo creo, y ya lo he dicho otras veces, que Ferrol es, en sí mismo, literatura. Épica y poesía al mismo tiempo; y, por supuesto, una infinita magia). Ferrol, en el fondo de su corazón, es un grandioso libro. Un libro hecho de libros. Y lo es al frente de esta Galicia do Norte nuestra, a menudo tan olvidada, que, con Escandoi al sur de la ría, en el fondo es una Última Bretaña. No sé cómo podría escribirse ese otro libro en el que «esté todo», del que antes hablábamos. Pero quizás incluso exista ya. No en forma de letra impresa, claro. Pero sí, en cambio, como una secreta estancia del alma de este rincón del mundo, de esta isla en tierra en la que no nos rendimos jamás. Nosotros no nos derrumbamos fácilmente. Contra viento y marea, seguimos —¿verdad, amigos?— navegando.