Ferrol, el derecho al futuro y este viejo norte donde Europa comienza

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

13 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En mi opinión, el más hermoso de los mapas no es el de las maravillas que uno querría conocer, aunque fuese en sueños, sino el de los lugares a los que vuelve siempre. Porque como Ulises nos enseña, y permítaseme insistir en ello, el gran y verdadero viaje es, necesariamente, un regreso. Si yo supiese dibujar, que por desgracia no sé, pintaría el mapa de la Tierra de Escandoi, cuyo envés habita el Sillobre en el que nací y toda cuanta magia lo rodea: desde los bosques y los prados que atraviesan las aguas del Belelle, tan dado a misterios, y del humilde Río de Sáa, hasta las riberas de Barallobre y de Maniños, así como los caminos que vieron pasar al Padre Sarmiento cuando se dirigía al monasterio de San Martiño do Couto, cuyo magnífica iglesia románica eligieron los señores de la Casa de Esquío —junto a la de San Nicolás de Neda— para habitar la eternidad convertidos en caballeros de piedra. Y cuando hubiese pintado ese mapa, continuaría, quizás, dibujando, para completar la cartografía de esta Última de Todas las Bretañas Posibles cuyo envés es, a su vez, la Galicia do Norte. Este norte del norte que abarca las áreas septentrionales de las provincias de A Coruña y Lugo (Ferrolterra, Ortegal, el Eume, la Terra Chá, las Mariñas...) y que tiene sus capitales en las ciudades de Torrente Ballester y de Cunqueiro. A un lado del papel está, claro que sí, la literatura. Pero, como en un juego de espejos, también la fabulación refleja, en el fondo, con mayor poesía o con menos según ande el corazón de animado, la realidad de los días. Es más: a menudo solo la literatura, aunque busque cobijo en el territorio de la imaginación, nos permite entender el mundo y el tiempo que habitamos. Nunca está de más, ¿no les parece?, tomar, de vez en cuando, una cierta distancia. Sobre todo frente a nosotros mismos. Yo les quiero mucho tanto a la Tierra de Escandoi, que en mi memoria siempre huele a pan recién salido del horno, como a esta Galicia do Norte cuyo territorio coincide (cuarta más, cuarta menos) con el de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. Diócesis cuyo nuevo obispo, Fernando García Cadiñanos, no ha dudado en acudir, desde su llegada y día tras día, al lado de los más débiles. Aquí, como le escuché decir un día a Antonio Tabucchi, es donde Europa comienza. Y es cierto que a las tierras —y a los mares— de esta Galicia, que no se parece a ninguna otra, yo mismo me permití soñarles galeras llegadas de Normandía, caravanas que venían de Oriente guiadas por una estrella, monarcas alados y hasta un Mago que tanto caminaba entre la niebla por las calles de Mondoñedo como iba a pasar la tarde a San Xoán de Esmelle. Pero lo que uno ha querido, por encima de cualquier otra cosa —y sigue queriendo—, es alzar la voz para decir que a esta Galicia do Norte nuestra no se le puede dar la espalda, ni robarle el futuro al que tiene derecho.