Mágica sombra de un caballo

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

23 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Por supuesto que cada lugar tiene su propia luz. Y supongo que estarán ustedes de acuerdo conmigo en que la luz de este finisterre nuestro es especialmente bella. Aquí, donde Europa comienza, pocos espectáculos puede haber más hermosos que contemplar al amanecer, desde el Paseo de Herrera, cómo la noche se va batiendo en retirada, sobre la ría de Ferrol, para dejar paso a un día nuevo. ¿Y qué decir de la emoción que invariablemente lo embarga a uno, a la hora del crepúsculo, viendo marchar el sol desde el pinar de A Magdalena, en Cabanas, o desde San Andrés de Teixido, milagroso lugar donde los haya que abre la puerta entre dos mundos como un verso de Medos Romero, de José María Merino o de Julia Uceda? La luz, si bien se piensa, lo es casi todo, porque envuelve nuestra existencia y nos permite, como la poesía, acercarnos al infinito misterio que nos rodea. En este preciso instante, mientras escribo esta columna que además de un dietario es, sobre todo, la carta que cada semana les mando a ustedes, el cielo de la primavera ha vuelto a iluminarse con el entusiasmo de un tiempo de esperanza, de un tiempo nuevo. Y la cristalera del café proyecta, disfrazada de sombra, hacia el mármol de la mesa, la estampa de un caballo: un corcel de largas crines, hecho de aire, que poco a poco se va acercando al cuaderno mientras la estilográfica corre sobre el papel, dejando constancia de mi mala letra. Una letra, y todo sea dicho de paso, que a veces ni siquiera yo entiendo. En torno a esta misma mesa de mármol desde la que les escribo fueron naciendo, a lo largo de más de treinta años, conversaciones con amigos (unos ferrolanos, otros no) cuyas palabras han sido también una luz para mí tantas veces. Por aquí pasaron desde Antonio Tabucchi hasta Víctor Freixanes, desde César Antonio Molina hasta Isidoro Hornillos, desde Koldo Chamorro hasta Julio Pérez de Gamarra, desde Carlos Vidal hasta Ramiro Fonte, desde Vari Caramés hasta Vicente Araguas, desde Pepe Seoane hasta Narciso Pillo, desde Antonio Gómez y Gustavo Garrido hasta José Manuel Couce Fraguela, Hermenegildo Franco, Carlos Casares, Ángel García Sixto y Antón Martínez Aneiros. La historia de un país también es la historia de sus cafés, ¿no creen? ¡Y a ustedes, queridos amigos, gracias por su generosidad! Desde este lado del papel, les mando todo mi afecto.