Leilía y el mirlo de la noche

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

Ramón Loureiro

03 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado domingo, un domingo de otoño que parecía de invierno, el teatro Jofre de Ferrol, que es un teatro que fue soñado por toda una ciudad y que —de alguna misteriosa manera que uno no sabría cómo explicar— quizás también soñó, a su vez, a la ciudad entera, albergó un maravilloso concierto. Un concierto que, conforme pasan los días, lejos de desvanecerse en mi memoria, va adquiriendo, detrás de mis ojos, matices nuevos —matices que me habían pasado desapercibidos con la emoción del momento—, creciendo así, sin parar, en el río del tiempo; como suele suceder con el arte que vuela más alto, y con la poesía muy particularmente. Les hablo, por supuesto, del concierto de Leilía, el grupo integrado por Ana Rodríguez, Patricia Segade, Mercedes Rodríguez, Montse Rivera, Felisa Segade y Rosario Rodríguez que, tras más de treinta años de trayectoria, deja los escenarios (ojalá que no para siempre). Un concierto, de una excepcional belleza, que vino a demostrar —aquellos de ustedes que también se encontraban allí podrán dar fe de que lo que digo es cierto— que algunas voces, con sus cantos, son capaces de emocionar, además de a las gentes de este mundo, a los espíritus del aire, e incluso a las mismísimas piedras de un teatro como el Jofre, que por encima de cualquier otra cosa es una inmensa caja de música.

Leilía, y no es la primera vez que lo digo, ha protagonizado, a lo largo de más de treinta años, uno de los mayores milagros que existen, que es encarnar el alma de todo un país. O servirle a ese alma —alma inmortal, bien lo sabe Dios— de luminoso espejo, si prefieren ustedes decirlo así.

Siempre he seguido, con verdadera admiración, la trayectoria del grupo formado por Rosario, Felisa, Montse, Mercedes, Patricia y Ana. Su música nos ha regalado muchos momentos de felicidad. Como la de Milladoiro, Alan Stivell y Carlos Núñez; y como la de tantos y tantos gaiteiros amigos, entre los que hoy no quiero dejar de citar ni a Xan Silvar, ni a Fernando Dopico ni a nuestro tan recordado y tan querido Antón Varela, Tonecho.

El caso es que el domingo, al salir del concierto del Jofre, mientras caminaba por el Cantón, vi que las estrellas se abrían paso a través de las nubes de la tormenta. Y que un mirlo cantaba en plena noche. Se conoce que el cielo también quiso aplaudirle a Leilía a su manera.

Ramón Loureiro