Una escuela, Tintín, la fuente de la memoria y los caballos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

22 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El gran Sito Sedes, histórico vocalista de Los Satélites y artista que suele decir que es, ante todo, un cantor, ha contado, más de una vez, que si para él hay un enclave mágico en este mundo, ese es el atrio de la iglesia de Santa Mariña de Sillobre. Algo que, como él mismo explica, viene dado por el hecho de que ese atrio es el lugar en el que, siendo niño, durante las fiestas —en las de San Ramón, en las de la propia Santa Mariña y algunos años también en las de San Pedro—, escuchaba, embelesado, a los cantantes de las orquestas, mientras soñaba que, algún día, el que estaría cantando en el palco sería él.

Preciosos recuerdos, esos de Sito. Y hermoso atrio, de verdad que sí, el de Sillobre, que para mí, a quien el Cielo no llamó por los caminos de la música —en mi casa se empeñaron en mandarme, de pequeño, a clase de solfeo, pero yo era un tanto alérgico a los pentagramas, aunque llegué a poseer una bandurria (¡sí, sí, una bandurria: les juro que es cierto...!), en la que casi aprendí a tocar Clavelitos, aunque solo hasta la mitad—, también tiene una significación muy especial.

Por el atrio de la iglesia de Santa Mariña, que fue la iglesia en la que me bautizaron —¡ojala tuviese una foto de ese día!—, pasaba yo cada mañana para ir a la escuela, a la Escoliña do Souto, en la que disponíamos de una buena biblioteca, y en la que leí por vez primera los tebeos de Tintín.

Aquel atrio era entonces muy distinto del de hoy, aunque ya le habían plantado los árboles que aún siguen dando una estupenda sombra. El suelo todavía era de tierra —hoy está cubierto de pizarra—, y a mí me gustaba mucho oírle contar a mi bisabuela Carmen que, en su juventud, allí se celebraba una de las dos ferias que había en Sillobre (la otra era frente a la capilla de San Marcos). Junto al atrio pasaba, y sigue pasando, un pequeño río, de esos que son magníficos para ser navegados con barcos de papel o con navíos hechos, directamente, de sueños. Un poco más abajo, las aguas de ese río se unen a las que manan de la Fuente de San Ramón, en las que a los niños de entonces mucho nos gustaba beber cada día, como mínimo, dos o tres veces: al ir a la escuela, al volver a casa y, claro está, al salir al recreo. Por cierto: en la casa que hay junto a la fuente estuvo, durante muchos años, Lar Vilar, el pequeño café con biblioteca, otro refugio para la literatura. Un local que visitaron artistas como el Mago Antón y escritores como Alfredo Conde, César Antonio Molina, Víctor Freixanes y Ramón Pernas. Un lugar al que a Carlos Casares le gustaba mandar libros.

¡En fin...! Discúlpenme, una vez más, la melancolía, y que siempre nos salgan ramas. Porque lo que quería decirles era otra cosa: que allí, precisamente allí, en el atrio de la iglesia de Sillobre, se recuperará hoy la tradición de bendecir, tras la misa de San Antón, los animales. Así que seguro que habrá muy hermosos caballos.