Montserrat Martí Caballé: «Vuelvo feliz a Galicia, mis padres se enamoraron cantando en A Coruña»

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

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La hija de Montserrat Caballé y Bernabé Martí actúa el sábado en teatro Jofre y el domingo en Cambados acompañada del barítono Luis Santana y del pianista Víctor Carballo

07 oct 2022 . Actualizado a las 18:18 h.

Montserrat Martí Caballé (Barcelona, 49 años) regresa a Galicia para interpretar grandes éxitos de la lírica el sábado, en el teatro Jofre de Ferrol (20.30h), y el domingo, en el auditorio de A Xuventude, en Cambados (19h). Acompañada del barítono Luis Santana y del pianista Víctor Carballo, cantará fragmentos de obras de Giuseppe Verdi, Gaetano Donizetti, Gioachino Rossini, Wolfgang Amadeus Mozart, Fernando Obradors o Manuel de Falla. «Me encanta la música romántica y este concierto es especial, porque cantar al lado de Carballo y Santana es como tener una orquesta entera», cuenta sobre dos citas casi únicas, ya que la hija de Montserrat Caballé rechaza casi todas las actuaciones que implican viajes largos. A Galicia nunca le dice que no; por el cariño que le transmite el público y porque en un escenario coruñés se enamoraron sus padres.

—¿Por qué dosifica tanto sus actuaciones?

—Tengo una niña pequeña y no quiero perderme ver cómo crece, como le pasó a mi madre. No quiero pasarme meses ensayando una ópera lejos de casa. Acabo de estar en Armenia una semana, pero prefiero no ausentarme mucho más. Esta vez llevamos un espectáculo que está gustando mucho.

—Se cumplen cuatro años de la muerte de su madre...

—Mi amiga Ainhoa Arteta me advirtió de que el primero era tremendo, pero han pasado cuatro y no hay día en el que no la eche de menos o no piense en ella. Es un duelo para toda la vida y en marzo falleció mi padre. Lo que sí es cierto es que la música cura las almas y las penas. Cuando canto me siento muy cercana a ella y me alivia, pero... Estoy huérfana todos los días. Hace unos años, un día en su cocina me miró y me dijo: ‘Me gustaría haber hecho la mitad de la carrera que he logrado para poder haber sido mejor madre', pero yo le repliqué que había hecho feliz a tanta gente, que hubiera sido egoísta tenerla solo para mi hermano Bernabé y para mí. Cuando voy por la calle la gente me detiene para contarme los instantes de felicidad que les dieron la voz de mi madre. Y a ese nivel al que estaba ella la dedicación es comparable a la de un Rafa Nadal... Esa vida desde fuera puede parecer muy glamurosa, pero hay tanta soledad.

—Para toda la familia...

—Es un sacrificio, porque es una madre que se tiene que ir. Recuerdo una vez que me ausenté 15 días y mi hija empezaba a caminar. Cuando llegué a casa vino corriendo hacia mí, pero cuando me tuvo a un metro se dio la vuelta. Me recordó escenas de cuando mi madre regresaba y le sucedía lo mismo. Mi hermano corría a la escalerilla del avión y pasaba de largo, dejándola con los brazos abiertos y lagrimones. Además, hay que cuidarse mucho, vas del hotel al teatro y el día de la función estás rodeada de gente, pero cuando regresas al hotel estás completamente sola. Mi madre era de otra galaxia, pero yo soy terrenal, procuro escoger bien las actuaciones para no perderme los primeros años de mi hija.

—¿Viene a dos escenarios gallegos que no conoce?

—Actúo en Ferrol el sábado y al día siguiente, en Cambados. Me hace mucha ilusión, siempre vuelvo feliz a Galicia, por el cariño que nos dedica el público, tanto cuando venía con mi madre, como por mi cuenta. Mis padres se enamoraron en A Coruña con la ópera Madama Butterfly. El tenor se puso enfermo, así que ella dijo: ‘He visto a un chico, Bernabé Martí, canta en Barcelona y creo que podría hacer esta obra'. El representante lo llamó y aunque él le decía que ese libreto no lo había cantado nunca, se vino y lo hicieron juntos. Estaba tan impresionado por estar al lado de Monserrat Caballé que en la escena final él la tiene que besar y llevarla a una casita, pero no le dio el beso. A los seis meses se estaban casando, así que A Coruña es parte de mi esencia. Cuando volvieron a cantar juntos la misma producción en el Liceu de Barcelona, él ya se la había preparado bien y la besó, la besó, no había manera de que fuesen a la casita... La historia de amor de mis padres fue romántica, como la de una ópera.