Los españoles se resignan a vivir con precios altos y estrecheces a fin de mes

J. M. Camarero / E. Martínez MADRID / COLPISA

ECONOMÍA

SARAH MEYSSONNIER | REUTERS

Ni la subida de tipos ha logrado contener una inflación que se ha enquistado

17 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Indignados, pero acostumbrados. El litro de aceite de oliva a 9 euros; el de gasolina, a más de 1,75 euros; y una simple cerveza, a tres euros en el bar de toda la vida. Esa es la realidad en la que viven los ciudadanos desde hace más de año y medio. La inflación se ha asentado en la vida española —y de toda Europa— a pesar de los avisos. Pero poco remedio les queda a los consumidores, que han visto cómo su poder adquisitivo ha mermado por mucho que se estén ajustando el cinturón a final de mes, sobre todo tras las últimas subidas de los tipos de interés.

Pagamos por la fruta, por ejemplo, unos precios que hace apenas unos años solo se veían en los viajes a Reino Unido o al centro y norte de Europa. Lo que comenzó como un problema con tintes energéticos se ha trasladado a toda la actividad. «La economía está tardando en digerir el incremento del coste energético», explica Miguel Cardoso, economista jefe de BBVA Research para España. Aunque apunta que «se espera que haya una convergencia a inflaciones del 2 % a dos años vista». Esto es, en el 2025 como poco.

Cardoso sostiene que la subida de tipos «debería reducir el impulso de la demanda»; considera que el acuerdo salarial entre patronal y sindicatos «limita la presión de los costes laborales sobre las empresas» y anticipa que, con el tirón de las renovables, habrá «una caída de precios en los próximos años». Pero por ahora, no hay tregua. Cada día, todo es más caro. «La inflación se está convirtiendo en estructural», sostiene Aurelio García del Barrio, director del Global MBA en finanzas del IEB. Asegura que «el aumento de costes en las cadenas de valor se ha incorporado a los precios, pero estos no se reducirán en gran medida cuando la inflación baje». Es decir, si el menú del bar ha subido, no lo rebajará si la inflación se suaviza.

Consecuencias en el consumo

Técnicamente hablando, la tasa que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) se ha reducido solo en un año en ocho puntos, después de que en julio del 2022 tocara su pico máximo al rozar el 11 %. Pero las consecuencias en el consumo de los hogares son evidentes. «La vida es más cara y eso ha supuesto la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores. Ha habido una subida de la inflación que no se ha visto reflejada en los salarios», explica José Manuel Corrales, profesor de Economía de la Universidad Europea. Asegura que las medidas anticrisis aprobadas por el Gobierno (reducción del IVA del gas y la luz, rebaja del IVA de algunos alimentos, gratuidad del transporte público para viajeros recurrentes, etc.) han conseguido controlar la alta tasa de inflación, pero que el problema de la subyacente sigue persistiendo y, más concretamente, los precios de los alimentos, con registros que siguen superando el 10 % respecto al año pasado, cuando los incrementos ya eran de doble dígito sobre el 2021. El profesor insta a tomar «acciones contundentes» para reducir los precios de productos de primera necesidad.

El problema es que los costes de las empresas distribuidoras de alimentos también han subido desde que estalló la guerra. Pese a que gran parte de la sociedad y del propio Gobierno había puesto el foco en las grandes cadenas de supermercados que se «aprovechaban» de la crisis inflacionista para enriquecerse, un reciente informe del Banco de España lo desmiente. Asegura que fueron las energéticas y la hostelería las que más se han beneficiado del aumento de los costes al trasladarlos a sus precios de venta, frente a la alimentación. 

Gastos de producción

Con datos concretos, los hosteleros sufrieron en el 2022 una subida de sus costes del 5,9 % respecto al año anterior, mientras que los precios de venta se alzaron con mucha más fuerza, un 9,3 %. En cambio, el segmento de alimentos limitó la subida al 14,6 % en el 2022, por debajo del alza del 16,6 % de sus costes. Es decir, la subida de precios que sufren las familias no ha llegado a compensar del todo los mayores gastos de producción que han asumido estas empresas. A este cóctel solo le faltaba un fenómeno meteorológico como la sequía, que está encareciendo aún más ciertos alimentos —como el aceite o algunas frutas— por su escasez. «No solo en España, el cambio climático está teniendo efectos perniciosos para la economía de todo el mundo», apunta Corrales.

¿Hasta cuándo durará esta situación insostenible? El director de Estudios Financieros de Funcas, Santiago Carbó, apunta a una dirección: «Si la política fiscal acompañara, es decir, si los Gobiernos dejaran de gastar tanto, la inflación se moderaría más» y con cierta mayor velocidad.