«Soy un afortunado, siempre me gustó esto»

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Miguel souto

Lleva 35 años ligado al mundo de las Emergencias en el que empezó como bombero forestal con el Icona

06 nov 2023 . Actualizado a las 13:02 h.

Víctor Blanco Taboada (Lalín, 1971) lleva la atención de emergencias en la sangre. Ya de pequeño, cuenta, «siempre quise ser bombero». Un deseo que le imprimió el ejemplo de un vecino de la rúa Monte Faro. Él y su mujer «eran como mis terceros abuelos. Sonaba la campaña y él se metía en un Land Róver con otros e iban a apagar incendios». Ahí empezó su vocación. La carrera que más le gustaba era la de Arquitecto pero solo porque «los conocimientos sobre estructuras y para ser jefe de un parque de Bomberos». Al final hizo Derecho que le ayuda, y no poco, con el papeleo y la cantidad cada vez más ingente de trabajo administrativo que es necesario hacer en su puesto.

En el 88 en el instituto le hablaron que necesitaban gente en el verano para la brigada de incendios. «Pasé las pruebas y entré en lo que antes era el Icona». Al año siguiente repitió. «Estaba contento», dice y un guardia forestal, Isidro Garrote, al que tiene un gran aprecio y que «en aquel momento «no me conocía de nada, me dijo que me viera trabajar, que se iban a crear unas brigadas fijas que trabajarían 24 horas y que me presentara. Fue el primero que me valoró». En él vio que le gustaba el servicio, que quería aprender y que lo hacía bien.

Se presentó, entró en la brigada de la Xunta y firmó el contrato antes de decírselo a sus padres y ante el enfado de su madre prometió que acabaría el Bachiller. Esta le dijo que «non o vas sacar: si o acabas bórdoche o título con fíos de ouro». Los sacó muchos años después. «Estudiaba ayudando a mis hijas con los deberes», cuenta. Obtuvo el título y también el dela carrera Derecho a distancia. Destaca el ejemplo de sus padres que le inculcaron siempre el sentido de la responsabilidad y el esfuerzo.

En el servicio de incendios entró de peón. Fue emisorista un año en el Candán «fui el primero que la abrió». Se sacó el carné de camión y fue conductor de motobomba; estudió algo de mecánica y estuvo de encargado de la maquinaria pesada para abrir los cortafuegos y llegó a hacer las veces de capataz. «Hice de casi todo», comenta. «Trabajábamos los 31 días del mes y éramos felices. Entraba a las 12.00 y salía a las 20.00 pero no nos íbamos hasta que se apagaba el incendio y eso conllevaba reenganchar muchas veces». Tenía 29 años cuando entró de jefe. Cuando empezó en la Xunta «había gente de 60 y tantos años». En invierno, dentro de las labores de prevención que se realizaban «nos recogían a las 7.00 horas e íbamos a desbrozar al Alto do Faro y nos llegaba la nieve a la cintura». En aquellos años siempre era el más joven del grupo y cuenta que «guardo muy buenos recuerdos, algunos ya no están pero los amigos siguen siéndolo. El mundo era muy distinto», comenta. En el 92 se creó en Lalín la agrupación de Protección Civil. Formaba parte de ella como voluntario y a finales del 99 se presentó a las oposiciones como jefe de servicio de incendios. Sacó la plaza de jefe de Protección Civil de Lalín, cargo que ocupa desde el 3 de enero del 2000. Lleva ya 35 años ligado a las emergencias y a lo largo de todos estos años son innumerables los episodios vividos. «El primer accidente grave al que fui fue al del autobús que se cayó en el Alto da Rocha y que murieron unos niños» y al que llegaron «con los medios que teníamos». En el Prestige organizaron un autobús para llevar a los vecinos a limpiar la costa; en Barcia llegaron los primeros a un incendio que evolucionó a asesinato. Estuvo e Angrois y «el último fue el viaje que hicimos a Ucrania» para recoger refugiados cuando se inició la guerra. Al empezar a trabajar tan pronto, dice, «tengo la sensación muchas veces de que es como si fuera de otra generación anterior a la mía». «Siempre me gustó esto y soy un afortunado por haber podido trabajar en lo que me gusta».

Padre de dos hijas, cuenta a la pequeña cuando le preguntaban por su padre decía que «era salvador porque salva gente y cosas». Tiene palabras de cariño y de recuerdo para «tantos compañeros maravillosos» y explica que «me acuerdo mucho de los que faltan». Las secuelas que le dejó un problema de salud le impiden hacer algunas cosas y reconoce que lo que más le cuesta es no salir corriendo ante cualquier emergencia. Su hija mayor está acabando Farmacia y la pequeña en tercero de Derecho. Las dos, son el orgullo de sus padres, y trabajan los veranos en el servicio de incendios «porque les gusta, aunque tendrán su vida profesional en otra parte».

En Protección Civil se hizo cargo de la agrupación y con él al frente se creó en Lalín un servicio de emergencias 24 horas, profesionalizando el servicio. En estos momentos son 9 personas trabajando y en el período que abarcó entre el 2005 al 2013 llegaron a ser 19 contratados y disponían de una ambulancia.