Anselmo, el arte como materialización de la fuerza de una acción, de la energía

h. j. p. LA VOZ

CULTURA

LUIS TEJIDO | EFE

El Guggenheim de Bilbao dedica una antología al gran pionero del «arte povera» cuyo trabajo indaga la fugacidad y la perdurabilidad de los materiales humildes

09 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Yo, el mundo, las cosas, la vida, somos situaciones de energía y lo esencial es no cristalizarlas, pues mantenerlas abiertas y vivas es una función de nuestra existencia. Dado que cualquier forma de pensar o de existir debe corresponderse con una forma de actuar, mi trabajo es en verdad una materialización de la fuerza de una acción, de la energía de una situación o acontecimiento, etcétera, y no solamente la respectiva vivencia a nivel de la anotación, del signo o de la naturaleza muerta». La concepción de la tarea artística en Giovanni Anselmo (Borgofranco d'Ivrea 1934-Turín, 2023) está muy alejada de lo que hoy se mueve en el mercado de las subastas y las cifras astronómicas, en la cultura del espectáculo.

Su mirada es trascendente, busca algo más allá de los focos de la fama, quizá por eso se convirtió enseguida en un pionero y un referente del arte povera, corriente de raíz italiana que —surgida a finales de los 60— exploraba el valor de los materiales humildes, restos orgánicos, vegetales, pero también plásticos, objetos inservibles, minerales e industriales, que juegan con su propio deterioro y que indagan las capacidades expresivas de los propios desechos —pese a carecer de significación cultural previa alguna—. En la base de su filosofía estaba un crítica radical a la sociedad de consumo, la excesiva mecanización y las imposturas del mundo del arte, y una propuesta de reconexión con la naturaleza, en pos de una harmonía espiritual.

En esta reflexión —extraída de una publicación del Museu Serralves de Oporto— Anselmo, incidiendo en el fundamento de la práctica artística, exponía la necesidad de que «la energía de una torsión viva en su verdadera fuerza», que, por cierto, matizaba, «no viviría solamente a través de su forma». Para trabajar en esta dirección y visto que la energía aflora bajo los más diversos aspectos y situaciones, decía, debe «existir la más absoluta libertad de elección o de utilización de materiales; por consiguiente, hablar de estilos, de formas o de antiforma sería un indicio de absurdo y, fuese como fuere, un discurso muy secundario y superficial».

La autenticidad de Anselmo le impedía permanecer en un estadio determinado, por lo que resulta empobrecedor encasillar su producción en el arte povera, ya que siguió investigando. En este sentido, para explicar cómo cambió su visión y su comunión con el entorno, relataba cómo en 1965, en la cumbre del volcán siciliano Estrómboli, experimentó la disolución de su propia sombra en el infinito y tomó conciencia de ser parte de un universo en constante transformación: «De pronto vi allí mi persona, muy pequeña en relación a la distancia que hay de la tierra al sol, de modo que tuve la sensación de estar dentro de este fenómeno de velocidad de la luz. Una sensación muy curiosa que me ha hecho sentir mi presencia sobre la tierra, pero con la posibilidad de introducirme en la velocidad de la luz, de andar por el espacio, por el cosmos».

Ese viaje, en el que se dirimen temas como el espacio, el tiempo, la energía, la orientación, los campos magnéticos, las fuerzas gravitacionales, que indaga la fugacidad y la perdurabilidad de los materiales pobres, que confronta la inmutabilidad mineral y la degradación vegetal, la materia y el espacio, lo visible y lo invisible, la realidad cotidiana y las fuerzas que determinan el mundo, ese viaje podrá encontrarlo el espectador avisado en la exposición Giovanni Anselmo.

Más allá del horizonte, que inaugura este viernes el Guggenheim de Bilbao y está diseñada por la estudiosa y amiga del creador italiano —que también participó en la confección de su relato hasta apenas unos días antes de su fallecimiento en diciembre pasado— Gloria Moure (1946). La comisaria barcelonesa de orígenes gallegos dirigió entre 1994 y 1998 el CGAC, donde ya organizó en 1995 una precursora exposición sobre Anselmo: Qui e là e verso oltremare mentre il colore solleva la pietra [aquí y allí hacia ultramar mientras el color eleva la piedra], proyecto que abrió el programa estable del museo compostelano.

Moure: «Su obra es acción pura, te llama de forma poética»

«El arte de Giovanni Anselmo es para sentir», asegura Gloria Moure mientras pasea entre unas obras —más de cuarenta componen la muestra— siempre sutiles, que no se dejan aprehender fácilmente en una primera mirada superficial. «Busca presentar antes que representar», agrega. No en vano, el creador italiano —fallecido el pasado 18 de diciembre a los 89 años— afirmaba que la representación, la base del arte durante siglos, era «una falsedad», para conceder, eso sí, capacidades salvíficas al arte: «Nos ayuda a sentirnos vivos». Fue en la cima del Estrómboli, recuerda la comisaria, donde «renunció a la idea de representación y abogó por presentar la realidad a través de materiales y acciones que pueden ocurrir por la interacción de las personas que las contemplan o con las fuerzas de su entorno».

Moure concibe la muestra —que puede visitarse hasta el 19 de mayo— como un recorrido que conecta dibujos, esculturas, fotos, proyecciones con las llamadas «obras de situación y ubicación específica» con las que Anselmo «quiere mostrar el carácter inconmensurable de fuerzas dinámicas que rigen el universo». «Su obra es acción pura, te llama de forma poética y te empuja a ser consciente de tus energías», incide para señalar que la actitud de Anselmo ante el arte fue «dar la vuelta al aforismo cartesiano de ‘pienso, luego existo' para decir ‘existo, luego pienso'». «Quiere que tomemos conciencia de lo latente, de lo que va a ocurrir, que lo sintamos aunque no lo veamos», insiste la comisaria.