Réquiem por la era de la combustión

Héctor J. Porto BILBAO / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

Luis Tejido

Norman Foster trae al Guggenheim de Bilbao una exposición que repasa la historia del coche, lo relaciona con las artes y reflexiona sobre su futuro

07 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«El esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza: la belleza de la velocidad [...] Un automóvil rugiente, que parece correr como la metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia». Esto que en 1909 escribió en Le Figaro Marinetti, en su manifiesto futurista, bien podría ser el lema de la ambiciosa exposición que el arquitecto británico Norman Foster concibió para el museo Guggenheim de Bilbao: Motion. Autos Art Architecture. Una muestra que recorre la historia del coche, desde su origen en 1886 —en que Benz sustituyó por un motor los caballos que tiraban del carruaje— hasta los días actuales en que se está repensando su concepto hacia una mayor sostenibilidad, con la electricidad en el eje. En este sentido, además de un elogio del papel decisivo que el vehículo jugó en la transformación de la sociedad y el mundo en el siglo XX, es un canto crepuscular, «un réquiem por la era de la combustión», como el propio Foster quiso sintetizar el relato que ha planteado.

Así, no resulta casual que los dos patrocinadores de Motion sean Iberdrola y Volkswagen, en la medida en que ambos apuestan por el rol que la electricidad verde ha de tener en la evolución del automóvil, con el relevo de los combustibles fósiles. Ese futuro está muy presente en la narración de Foster, cuyo colofón es una sala dedicada a la innovación y la creatividad, en la que invita a 16 escuelas de diseño y universidades de cuatro continentes a que compartan sus pronósticos sobre la movilidad. Un taller que rebosa ideas —con enfoques muy diversos— sobre las necesidades y formas de satisfacerlas que se plantearán hasta finales del siglo XXI, cuando el nacimiento del automóvil cumpla su bicentenario. Curiosamente, los investigadores y estudiantes se enfrentaron a parecidos desafíos a los que dieron lugar a la sustitución del caballo por el coche. Entonces, se consideraba la solución total, en términos de salubridad, contaminación, comodidad, eficacia... Fue una bendición para la vida en las ciudades. «Modificó la superficie del planeta, a la vez que, como ahora se sabe —anotó el director del museo, Juan Ignacio Vidarte—, también la atmósfera». Y es que, hoy, en el tiempo del cambio climático, el coche es una parte del problema, por lo que se requieren nuevos enfoques.

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La exposición es un despliegue por la historia de la creatividad y el diseño en la fabricación del automóvil, un camino que pone en orgánica conjunción con el discurrir de las artes (se nutrieron mutuamente de ideas). Una oportunidad para disfrutar de la belleza de 38 vehículos extraordinarios, algunos de ellos prototipos únicos en el mundo, como es el caso del velocísimo Pegaso Z-102 Cúpula, un modelo de 1952 diseñado por el ingeniero Wifredo Ricart, que procedía de Ferrari, y que es la primera vez que regresa a España desde su construcción. Y también para comprobar cómo la pintura, la escultura, la arquitectura y el diseño beben de la poderosa innovación que surge y ha alimentado la industria del automóvil.

Foster explicó que su selección es absolutamente subjetiva y que pesaron los criterios de belleza y tecnología, desde la faceta utilitaria del Citroën 2 CV y el Jeep, pasando por las carrocerías curvas clásicas del Bugatti, la época dorada del diseño o las rarezas del Dymaxion y las extravagancias del Cadillac Eldorado Biarritz. Tras esta exposición hay, en buena medida, aseguró, curiosidad por el conocimiento y una gran pasión por el automóvil.

El prestigioso arquitecto sitúa en el corazón de seducción del coche su enorme capacidad para generar emoción, que se sostiene sobre elementos como la velocidad, el ruido, el olor a aceite y cuero, la sensación de libertad que da llevar el volante... Y advirtió de que, con la electrificación, esa insonorización, la seguridad maximizada e incluso la eliminación de la conducción, las emociones serán otras distintas y habrá que buscarlas en el silencio y la conexión con la naturaleza. «Con el coche eléctrico, perderemos ese ruido ensordecedor del motor que hace que tiembles, y que quedará para el grand prix, pero se gana un objeto más amigable para la ciudad», concluyó.

«La ciudad no morirá, será incluso más fuerte»

 

 

Con lo que ha condicionado el automóvil aspectos claves para la vida como la movilidad, el urbanismo, los hábitos de rapidez, el bullir y el ruido, podría pensarse que la ciudad decaerá cuando el concepto del automóvil mude en un futuro no muy lejano, comenzando por la electrificación total. Foster, en cambio, está convencido de que «magnificará las tendencias de lo que ya existe, de lo que ya está presente». La urbanización es el futuro —proclamó el arquitecto inglés, camino de los 87 años, pero de mente vibrante y joven—. «Las ciudades han traído al ser humano riqueza, liberación y unas mayores expectativas y calidad de vida. La ciudad no morirá —insistió—, sino que será más fuerte». Con la limpieza del río Bronx volvieron los castores a su cauce 200 años después, recordó para sentenciar: «La tecnología debe servir para recuperar un mundo donde se pueda oír el canto de los pájaros».