Broche de oro con Sondra Radvanovsky

antón de santiago

CULTURA

La soprano norteamericana Sondra Radvanovsky, en una imagen de archivo
La soprano norteamericana Sondra Radvanovsky, en una imagen de archivo

El recital de la soprano estadounidense cierra la Programación Lírica 2019 de A Coruña con un enjundioso repertorio para mostrar su admiración y homenajear a Montserrat Caballé

15 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El recital de la soprano Sondra Radvanovsky (1969) pone broche de oro a la Programación Lírica 2019 de A Coruña. Programa enjundioso para mostrar admiración a Montserrat Caballé. La acompañó el pianista Anthony V. Manoli.

Está la Radvanovsky en plenitud física y vocal. Es enérgica y temperamental y generosa y simpática. La voz es bella, pastosa, extensa, caudalosa y dúctil. Una lírico-spinto, con potencial dramático. Abrió con Sposa son disprezzata, de Bajazet, de Antonio Vivaldi, hermosa aria de languore. Puso emoción y sutileza. Siguieron tres canciones de Vincenzo Bellini del álbum Composizioni da Camera: Per pieta bell’idol mio, La ricordanza y Ma rendi pur contento. En ellas está ya la vena melódica del autor de Norma. Cabal interpretación.

Con el Verdi de Il Corsaro, entró en el campo del melodrama romántico: Non so le tetre immagini. Medora sufre la partida de su amante a la guerra. Seguidamente dio aria de emotiva inspiración, que expresa el iluso deseo de una ondina de convertirse en humana por amor: Rusalka, ópera de Antonin Dvorák. Hasta aquí, la Radvanovsky mostró amplia gama de sonidos que abarcan desde sutiles pianos, filados, mezzovoce, esfumaturas y voz plena, con exquisito legato en base a un considerable fiato y dando a cada obra la interpretación requerida. Al llegar a L’amor suo mi fe’ beata, de Roberto Devereux, de Donizetti, algo cambió: la voz estaba más abierta y aristada.

Volvió a Verdi. Merce dilette amiche, de I vespri siciliani. Exultante. Con el Pace pace de La forza del Destino escuchamos de nuevo a la mejor Radvanovsky. Así, en las canciones del joven Puccini Sole e amore (trasladada como Addio dolce svegliare en La Bohème) y E l’uccellino, para llegar a conmovedora Sola, perduta, abbandonata, de Manon Lescaut. La vis dramática llegaría al final con la escena del Macbeth verdiano Una macchia é qui tuttora, el pánico de Lady Macbeth. Solo una pega, la de los agudos no redondeados y por tanto más desabridos. A los bravos, respondieron ella y Manoli (excelente acompañante) con cuatro regalos de los que hay que resaltar por su ejecución magnífica Io son l’umille ancella, de Adriana Lecouvreur; Vissi D’arte, de Tosca; y Ebben? Ne andrò lontana, de La Vally.