Así se enfrenta la generación TikTok a los exámenes: pegados al móvil, en la biblioteca y sin subrayador

VIVIR A CORUÑA

Tres estudiantes, este miércoles en la biblioteca González Garcés
Tres estudiantes, este miércoles en la biblioteca González Garcés MARCOS MÍGUEZ

Arranca la época en la que los universitarios tienen que darlo todo. Hablamos con las directoras de dos aulas de estudio y varios jóvenes, que nos cuentan si las bibliotecas siguen teniendo tirón

08 may 2024 . Actualizado a las 14:09 h.

«El otro día una estudiante de 17 años me contaba que usaba el móvil y la Inteligencia Artificial para buscar soluciones a las tareas que le ponen los profesores. Yo, que soy de la generación X (1965-1981), me quedé alucinada, pero porque nosotros usábamos diccionarios y enciclopedias; y seguramente tú, si estás en la treintena, eres de las que acudían a motores de búsqueda como Google para obtener respuestas». Alejandra Mosquera es la directora de la biblioteca González Garcés, uno de los templos del estudio en A Coruña. Situada en la zona de Monelos, se prepara, como tantos espacios de lectura, para dar el pistoletazo de salida oficial a la época de exámenes. Porque sí, los centennials siguen acudiendo a la biblioteca para preparar sus pruebas, aunque de una forma muy distinta a como lo hacían sus hermanos mayores y sus padres.

Mosquera analiza este fenómeno. «Sobre todo desde hace unos diez años, apenas quedan chicos que estudien de la forma tradicional: con papel y subrayador. Casi todos llevan un dispositivo electrónico para complementar sus apuntes, por eso nos hemos tenido que adaptar dotando los puestos de estudio con enchufes y disponiendo de cargadores, que nos piden constantemente». Los manuales de consulta tradicionales, para tranquilidad de los nostálgicos, aún tienen quien los quiera y, como indica la experta, son sobre todo esos románticos que se dedican a la rama de las Humanidades los que revisan los fondos antiguos.

Alejandra Mosquera, directora de la biblioteca González Garcés
Alejandra Mosquera, directora de la biblioteca González Garcés CESAR QUIAN

María José Parga es la directora de la biblioteca de la Facultade de Economía e Empresa de la UDC. Informa de que el pasado año este espacio registró 50.000 entradas. Pero estas visitas ya no basaban su estancia en hacer esquemas y memorizar fechas sin ton ni son. «Actualmente trabajan en un entorno casi exclusivamente tecnológico, con aulas virtuales, e-books, bases de datos... por lo que es fundamental que tengamos una buena conexión wifi y electrificación». Y añade: «Además, han surgido otras necesidades, por eso la biblioteca cuenta con zonas de estudio compartido donde pueden conversar entre ellos o utilizar pizarras. Los estudiantes también requieren espacios bien equipados tecnológicamente para que se reúnan grupos pequeños, así como zonas de relajación. Por otro lado, los estudiantes están usando mucho el servicio de asesoramiento por personal bibliotecario para la redacción de trabajos».

Parga percibe que aunque todavía existen los jóvenes que estudian en papel, cada vez son menos los que se dejan conquistar por este formato. «El uso del libro en papel está en retroceso. Desde el 2014, cada año cae la cifra de libros prestados. Esto no tiene por qué ser un dato negativo en sí mismo, pero merece una reflexión porque podría suponer una pérdida de competencias lectoras, ya que la concentración necesaria para la lectura de textos largos es más difícil en un entorno digital».

Esta capacidad de concentración, como reconocen esos estudiantes que nacieron siendo nativos digitales, también se ve amenazada por el uso —casi abuso— del móvil. Nacho García está a punto de enfrentarse a la ABAU, y reconoce que tiene que dejar su iPhone apagado y en otra habitación —él es de los que estudian en casa— para no distraerse. Una técnica parecida la utiliza Álex Torreiro, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas en Cesuga. «Yo también preparo los exámenes en casa, lo hago así porque vivo en Miño y prefiero no perder tiempo con el desplazamiento. Para que el móvil no me perjudique cuando quiero concentrarme, sobre todo porque es fácil acabar en Instagram, lo que hago es activar el 'modo concentración', que bloquea las notificaciones, y así reduces las tentaciones de entrar en redes sociales. En mi caso es importante, porque yo estudio todo a través del móvil, tengo todo el temario ahí», reconoce.

Claudia Pousada lleva unos meses descubriendo las bondades de la biblioteca. Durante la etapa escolar no se había planteado esto de estudiar rodeada de gente, pero ahora que es estudiante de Ingeniería de Diseño Industrial en la Universidad Politécnica de Valencia, las cosas han cambiado. Esta coruñesa afirma que tener el hábito de ir por las mañanas a la biblioteca le ayuda a ser constante con sus estudios. Durante las cuatro horas que suele pasar en su espacio de estudio de confianza, reconoce que «el móvil está encima de la mesa y sin sonido, pero desconectar de él 100 % es imposible». Ir con amigos a la biblioteca le ofrece esa garantía de ocio que muchos han usado tradicionalmente como excusa para estudiar fuera de casa. «Esto sigue ocurriendo. De hecho, los Z han integrado las bibliotecas como tercer lugar de su vida, después de sus hogares y sus centros de estudios; vienen con sus amigos, pasan un rato haciendo tareas, salen a charlar...». Que todo cambie para que todo siga igual.