Kiko Pastur, mago de A Coruña: «Vienen muchos jubilados que toda la vida soñaron con saber algo de magia»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Abrió en la calle Marqués de Pontejos La llave encantada, una tienda y academia dedicada al ilusionismo

15 ene 2024 . Actualizado a las 14:06 h.

Hace un par de meses abrió sus puertas en la ciudad La llave encantada, la primera tienda y academia dedicada íntegramente a la magia de A Coruña. Una apuesta que ha tenido una respuesta inmediata: «Actualmente tenemos unos 30 alumnos, y otros tantos pendientes de formar grupos, así que no nos podemos quejar», cuenta satisfecho Kiko Pastur (A Coruña, 1976), uno de los magos que, junto a Joshua Kenneth y Marcos Waldemar, ha abierto este rincón mágico en la calle Pontejos en el que también puede disfrutarse de espectáculos de ilusionismo. De hecho, el próximo sábado, a las 21.00 horas, actuará el propio Kiko Pastur (las reservas se realizan a través de la cuenta de Instagram de @lallave_encantada).

—¿Qué es exactamente La llave encantada?

—Es al mismo tiempo una tienda de magia, una escuela de magia y una pequeña sala de espectáculos de magia. Todo con el mismo apellido: magia. Además, nos sirve a los magos de aquí como centro de reunión para organizar conferencias y demás. Así que vendemos trucos, libros, regalos mágicos con los que sorprender a algún amigo... Este es el punto de partida de todo. Pero después está la escuela, donde hacemos talleres puntuales para iniciarse en la magia, pero también cursos regulares, tanto para niños como para adultos, en los que en pequeños grupos van aprendiendo los secretos de la magia.

—La atracción de los niños es obvia, pero sorprende que haya grupos de adultos en la escuela.

—Tenemos muchos jubilados que, ahora que tienen tiempo, vienen a cumplir el sueño de aprender magia. Los hay de todo tipo, clase y condición, pero muchos son jubilados o gente que se va a jubilar y que ya está haciendo planes. Gente que tuvo toda la vida esa curiosidad pero que nunca tuvo oportunidad ni tiempo de aprender. Y otros que aprenden para entretener a sus nietos, y que terminan encandilados.

—¿Cómo es el perfil de sus alumnos adultos?

—Tenemos gente relacionada con el circo o con el teatro, que quiere completar su formación. Uno de nuestros alumnos fue crupier en un casino. Claro, trajo de casa un manejo de cartas enorme, pero quería ir más allá. Pero también hay funcionarios que no tienen nada que ver con el mundo del espectáculo. Les mueve la pura curiosidad.

—¿Cómo se aprende algo como la magia?

—Requiere ciertos conocimientos pero, sobre todo, es practicar. Y tiene la ventaja de tener muy pronto resultados llamativos de cara al público. Con un efecto mágico o truco que hayas practicado dejas a todos alucinados. Comparado con tocar un instrumento requiere muy poco esfuerzo. Después, para convertirte en profesional, como todas las artes, debes dedicarle toda la vida.

—¿Y los que tenemos los dedos rechonchos y se nos caen las cartas de las manos?

—Pues como tocar el piano. Igual te va a costar enfrentarte a ciertas piezas de Rachmaninov, pero eso no quita que ensayando puedas dar un buen recital. En lo que es manipulación digital hay auténticos figuras, gente que parece salida del Circo del Sol, malabaristas. Pero la destreza con los dedos no lo es todo.

—Después viene la puesta en escena.

—Eso es quizá lo más complicado. Requiere de todas las técnicas de comunicación que puede tener el teatro. De hecho, el método, lo que rodea al truco, suele depender en buena medida de la comunicación, tienes que estar constantemente controlando la atención del público, desviándola con una buena puesta en escena, modulando, dramatizando. Es algo muy exigente. Necesita de un guion, conectarlo con una historia; hay una coreografía, de manos o de todo el cuerpo; hay una parte de psicología en la que vas estudiando y controlando al público; es fundamental la memoria, puedes necesitar tirar de la tecnología, de la química, las matemáticas... Hay muchos factores involucrados en que un número salga bien.

—¿Y en la escuela revelan los trucos? ¿Eso está permitido?

—Hace décadas los magos eran muy celosos de contar sus secretos. Había muy pocos libros de magia. Ahora está toda la información en Internet, lo difícil quizá sea saber distinguir lo que realmente vale la pena.

—Pero guardar el secreto sigue siendo fundamental.

—En eso insistimos siempre, claro: si desvelas el secreto se pierde toda la gracia. Lo que da emoción a la magia es el misterio. Si lo rompes, se acaba todo. Tampoco es que haya un juramento de magos, ni nada parecido. Al que quiere aprender, se le enseña.

«La gran inspiración para el Museo de la Magia fue la Casa de las Ciencias»

Hace unos tres años inauguró Kiko Pastur en Santiago el Museo de Magia que lleva su nombre, lo que le hace estar a caballo entre A Coruña y Compostela. «En Galicia no había nada parecido. Y en España, el mago Yunque tiene uno en Castellón, pero solo abre en verano. Y alguna cosa privada, la casa de algún mago que la abre al público. Pero un museo como tal, y además en el casco histórico de una ciudad como Santiago, no hay en todo el país», explica.

—¿Por qué en Santiago, si usted es coruñés?

—La referencia era inevitable: Santiago es una ciudad cargada de magia. Y, además, llena de turistas. Comercialmente tenía más sentido ubicarlo allí que montarlo en A Coruña.

—¿Cómo se crea un museo dedicado a la magia, si no tenía referentes previos?

—La gran inspiración fue la Casa de las Ciencias y los Museos Científicos Coruñeses. Quería hacer algo interactivo, que no fuese solo ir a ver cosas, sino que pudiese el visitante experimentar con la magia, tocar, descubrir. Y además siempre hay un mago que les hace una actuación con la que se cuenta la historia de la magia.

—¿Qué diferencia al museo de Santiago de un local como La llave encantada que ha abierto en A Coruña?

—Hemos impartido algún taller y hemos montado una pequeña tienda en el museo, pero el concepto es muy distinto al de La llave mágica. En el museo se organizan visitas guiadas con espectáculo, dentro de unos horarios prefijados, hay que pagar una entrada... En La llave no: puedes entrar libremente, siempre habrá alguien que te explique, te haga un juego... Excepto si hay un espectáculo de pago, claro.