Los extremos mejor que el centro

Hugo Álvarez Domínguez

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

La OSG entregó un programa amplio que se abrió con Jessie Montgomery, continuó con Strauss y llegó a su fin con Shostakovich

14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Extenso programa de la OSG. Lo abrió Records from a vanishing city, poema sinfónico que Jessie Montgomery (1981) estrenó en el 2016. Evoca su niñez en los 80 y 90 en el Lower East Side de Manhattan, con un punto nostálgico y decadente que la música plasma a la perfección. Hay lirismo americano (la sombra de Copland y Gershwin es alargada) y, sobre la influencia del jazz, la composición se sustenta en cuerda generosa y genuino uso de madera y metal (grandes solos de trompeta y clarinete). Tiene sabor y temperatura, es atractiva, y Jonathon Heyward dio una gran versión.

La OSG propone con frecuencia los Cuatro últimos lieder, de Richard Strauss. Hace dos semanas escuchamos una versión estupenda a la Joven. Repetirlos era un riesgo; y esta ejecución no se recordará. Claire Booth presentó un material en exceso ligero y (más allá de una proyección muy justa) se vio obligada a empujar el sonido para asentar un grave y un centro insuficientes, con una emisión no siempre controlada, provocando un vibrato stretto que potenció una afinación sospechosa (especialmente en las dos últimas canciones). El tempo lento de Heyward no ayudó a la cantante y, si lo mejor fueron los solos de trompa y concertino, la versión no hizo justicia a la música: menos con una interpretación superior tan reciente en la memoria.

De la Décima de Shostakovich, Jonathon Heyward dio una versión segura, sustentada en variedad de dinámicas y acentos, buscando el lucimiento de los solos (clarinete y flauta en el primer movimiento; o trompa y concertino en el tercero) y diálogos orquestales de los momentos íntimos. Lectura contrastada, cuidó las transiciones y no tembló al marcar tempi ágiles (el segundo movimiento, de orfebrería). El movimiento final presentó una estupenda construcción por secciones en la que todo se escuchó con nitidez y el maestro mantuvo pulso y ritmo, sin descuidar la unidad ni la fluidez discursiva.

La orquesta rindió bien y Heyward tiene ideas. Pero, entre dos obras bien enfocadas, el Strauss central fue la Cenicienta del programa.