«Mi madre cuidó a la madre de Aznar»

Toni Silva OLEIROS / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Pero Manuel y sus padres tuvieron que dejar Madrid por no poder pagar el alquiler y eligieron Galicia sin apenas vínculos. Él trabaja ahora en Oleiros, publica libros y sostiene una oenegé en Etiopía

24 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

No se puede hablar de la vida de Manuel sin recurrir al plural. Porque Manuel tiene muchas vidas. Superviviente, escritor, profesor de natación, socorrista, miembro de una oenegé en Etiopía, madrileño, andaluz, gallego. Y soñador. Está tatuado en su brazo: «Somos lo que soñamos». Y resiliente. Capaz de convertir cada contratiempo en una oportunidad.

En su recorrido vital desembocaremos en Oleiros, donde trabaja actualmente. Pero Manuel Pérez comienza a explicarse desde su origen, Vallecas, «un barrio donde la Policía Nacional asoma todos los días». Pero tuvo que dejar la capital porque la pensión de su padre no alcanzaba para hacer números entre el alquiler y los gastos mínimos. Su madre tampoco podía aportar a la economía de casa fruto de una fibromialgia, después de años trabajando para una familia muy significativa. «Mi madre cuidó a la madre de José María Aznar durante más de 15 años», señala Manuel en una cafetería de Mera. Por eso sabe que el expresidente iba todos los domingos a comer con su progenitora, «pero él solo, sin su mujer ni sus hijos». Falleció durante la pandemia.

Así, Manuel y sus padres miraron el mapa de España buscando un alquiler asequible a la modesta paga paterna. Estudiaron seriamente Andalucía, por haber pasado una etapa de tres años en Málaga, pero finalmente se decidieron por A Coruña porque allí llevaba el hermano de Manuel trabajando varios años en El Corte Inglés. Así que, buscando lo más barato en el entorno, se instalaron en Meicende (Arteixo). Manuel reconoce que no fue una estancia fácil, especialmente para la madre. «Vivíamos al lado de la refinería, no es el lugar soñado cuando te cambias para estar cerca del mar», recuerda este madrileño de 41 años. Aquello duró unos meses, hasta instalarse en un piso de O Castrillón que devolvió el ánimo a toda la familia.

Manuel llegó en el 2019 y al poco ya consiguió un empleo como socorrista en el Aquapark de Cerceda, algo que repetiría varios veranos. En septiembre le contrataron para las piscinas de Arteixo, pero la irrupción del covid le devolvió al paro. Aprovechó el tiempo libre para plasmar su sueño de escritor. Publicó Irene, tenemos que elegir, sobre las consecuencias de la enfermedad. «La protagonista es una médico que debe tomar decisiones drásticas a la hora de desconectar un respirador u otro», dice el autor.

No tardó en volver a darse de alta en la Seguridad Social. A través de la asociación Esproade, participó en la campaña de Culleredo llamada Otoño movidiño, donde recorría las parroquias para dar clases de gimnasia al aire libre a los mayores, a los que coordinaba con la ayuda de un altavoz. Y desde hace dos años es monitor de natación y gimnasia en los centros deportivos municipales de Oleiros. Pero cuando revisa todo el bagaje laboral no saca conclusiones pensando en él. «La vida de mis padres ha mejorado mucho», sentencia. En diciembre pasado tuvieron que hacerle hueco en casa a su hermana, que huyó de Madrid tras un episodio de violencia de género. Durante estos meses consiguió un trabajo en Inditex y pronto volverá a la capital a reunirse con sus hijas.

Voluntario en un hospital

Y Manuel seguía escribiendo. Su tatuaje del brazo da título a su segundo libro, donde confecciona una historia entre la migración y la oncología infantil. Hay una explicación vital. «Hice dos voluntariados, uno en el Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid, y ahora soy directivo de Voluntarios por África», dice el incombustible Manuel, que ya acumula cinco expediciones a Etiopía, adonde volverá en el primer trimestre del 2024. «Junto a la ciudad de Ambo trabajamos en dos aldeas y una casa orfanato», apostilla.

Tras escribir una historia sobre violencia de género, acaba de sacar Morriña 4:44, que esta semana ha presentado en Madrid y pronto lo hará en A Fábrica. Lleva semanas buscando un local por A Coruña para organizar una fiesta. Es el método que emplea su oenegé para recaudar fondos. Ya lo ha hecho en sedes de Madrid, Suances (Cantabria) y Valencia.

 «Creo que soy un animal social, he conocido a mucha gente. Y debo desmitificar esa idea que cala en Madrid de que los gallegos son cerrados, todo lo contrario, a mí me parecen más legales y amables», dice con su acento de Vallecas, del que presume. «Soy de un barrio humilde y eso hace que me sienta bien en cualquier parte».

—¿Volverías a Madrid?

—No, ya no me puedo alejar del mar.