Científicos auguran otro año de mal reclutamiento de sardina por el clima

Somos Mar REDACCIÓN / LA VOZ

CIENCIA

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Pesca pedirá la revisión de la regla que se usa para fijar los cupos anuales

06 abr 2024 . Actualizado a las 04:45 h.

Toda una ducha escocesa la que se dio ayer en Sada el cerco gallego a cuenta de la sardina. Por un lado, el subidón que provocó a los armadores el anuncio de la directora general de Pesca Sostenible, Mónica Corrales, de que se había pedido la revisión de la regla de explotación incorporada en el plan de gestión de la especie elaborado entre España y Portugal para poder aumentar las posibilidades de pesca el próximo año. Por otro, el revulsivo de esa euforia al escuchar las previsiones científicas, nada halagüeñas respecto al reclutamiento que viene.

Isabel Riveiro, coordinadora de las campañas de evaluación de especies pelágicas en la costa ibérica, admitió ante el público asistente a la séptima jornada sobre la flota del cerco organizada por Acerga (Asociación de Armadores de Cerco de Galicia) que la sardina no está en mal estado. Por lo menos no como lo estaba en el 2018, cuando se llegó a proponer un cierre de la pesquería por varios lustros. La biomasa está por encima del límite recomendado para garantizar su supervivencia, en las campañas se ve abundancia, en el norte ibérico ha crecido un 20 % el número de individuos, aunque son de poco peso, se ve xouba, sobre todo en Galicia... Todo bien, menos el reclutamiento; esto es, el número de individuos que acaban incorporándose a la pesquería. Eso fue lo que tiró a la baja la recomendación del ICES (Consejo Internacional para la Exploración del Mar) —que se corrigió aferrándose a esa regla de explotación pactada que dejó en casi 44.500 las toneladas permitidas— y eso es lo que está impidiendo que crezca la biomasa.

La recuperación de la sardina pasa por que mejore el reclutamiento y Riveiro confesó el pesimismo de los biólogos que, a su vez, miran a los meteorólogos para ver si desaparecen las nubes negras que les hacen intuir otro año pobre en incorporación de individuos. La explicación «al bajo reclutamiento está en el clima», dijo, y todo depende de lo que ocurra en verano, puesto que influye el calor latente, relevante para la ecología de la sardina y que consigue explicar el 72 % del reclutamiento de esta especie. Y, por ahora, los pronósticos climáticos «no son buenos».

Complicaciones

Tal fue el panorama que dibujó la científica, que incluso inquietó a la directora general de Pesca Sostenible, que planteó si esos reclutamientos negativos podrían debilitar la posición de España y Portugal a la hora de pedir la revisión de la regla de explotación. Riveiro poco más pudo hacer que cruzar los dedos para que cambien esos indicios y recomendar a la Administración que continúe con la tramitación «a ver qué pasa».

Corrales expuso en la jornada las complicaciones que reviste la gestión de las especies pesqueras, en general, y de las pelágicas, de ciclo corto, en particular. Aludió a la necesidad de alcanzar «amplios consensos», que en ocasiones van más allá de la propia flota. Quedó patente en la queja que lanzó en el foro un portavoz de los frigoríficos de Afripex, Efrén González, que lamentó que no se cuente con los comercializadores y no se tengan a la vista sus necesidades a la hora de planificar la campaña de venta, que depende de la pesquería. Puso como ejemplo la apertura de la sardina para el cerco en marzo —a petición del sector— cuando la especie aún no tiene el nivel de grasa que se le pide y eso acaba tirando a la baja del precio para todo el año.

La xarda emigra al norte, el jurel se sumerge y la anchoa no crece: los efectos del cambio climático

Después del choque térmico que provocaron las intervenciones de Corrales y Riveiro, los ánimos entre los armadores se enfriaron todavía más cuando escucharon de boca del científico de AZTI Guillem Chust todo lo que el cambio climático estaba provocando a estas especies pelágicas, que unas se van al norte, otras se hunden en la columna de agua y las hay que menguan en tamaño.

La xarda, que tantas alegrías dio hace no muchos años, ya no abunda tanto en el Cantábrico porque ha desplazado hacia el norte su área de puesta y su distribución. Lo hace a razón de 300 kilómetros por grado de calentamiento, según ha calculado el equipo de Chust al analizar una serie histórica que arranca en el 92. El jurel se hunde en la columna de agua, allá donde los aparejos actuales no lo alcanzan. Y la anchoa, aunque sigue abundante, merma de tamaño, porque el calentamiento acelera el metabolismo en su crecimiento inicial y, por tanto, madura antes pero es más pequeña, explicó el científico. Y con la sardina ocurre lo mismo.

Así que al sector no le queda otra que valorar si se desplaza más lejos a faenar, si adapta las artes para pescar más en profundidad o si cambia las limitaciones de cuota. En ese panorama no es extraño, que contra el final, resurgiesen las voces que están clamando por los desguaces subvencionados para reestructurar la pesquería y abandonen los menos rentables.