«Tuve que vender el saxo para pagar el billete de avión y venir a Galicia»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

BASILIO BELLO

Jonatan, músico y psicólogo, y Ariana dejaron atrás su vida en América para iniciar una nueva en Carballo. Esta semana nació su primer hijo

03 abr 2024 . Actualizado a las 19:36 h.

La emigración está llena de historias de dificultades, esfuerzo, valentía, y a veces ayuda y algo de suerte. En la Costa da Morte se sabe bien, primero hacia América y después cara Suiza, Inglaterra, Francia, Alemania y algunos otros países de Europa. Ahora son muchos los americanos los que emprenden el camino contrario, con destino a numerosas partes de España. También Galicia, y mucho a Carballo, que está viendo crecer su población inmigrante a un ritmo que no se recordaba, como el de la primera gran crisis argentina de principios de este siglo.

Es la suma de muchas vivencias anónimas. Una, la de Jonatan Matías Peralta y su esposa Ariana Alexandra, de Buenos Aires. Ahora hay que unir a Pietro, su hijo, que acaba de nacer. Vino al mundo a principios de esta semana en el hospital Teresa Herrera de A Coruña, y ya está en su piso de Carballo, en la zona de A Milagrosa. Los padres llevan seis meses en la localidad, así que el primer viaje del bebé fue cruzando el Atlántico, en el vientre de la madre. «Fue en el avión donde decidimos que se llamaría así, Pietro», explica Jonatan, de 36 años. En pleno viaje, a un destino que no conocían, ni tenían familia.

Como otros casos, unos conocidos para tener donde alojarse y emprender una nueva vida, más segura en lo económico y en la libertad personal de moverse por las calles, sobre todo pensando en el futuro del pequeño. Y en un pueblo del que carecían de referencias, más que las que pudieron buscar o les contaron, o la presencia del mar, elemento que valoran. Cuenta el padre que ha visto cientos de playas espectaculares por toda América, pero que la de la de Razo no tiene nada que envidiarle a la mayoría.  

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En las primeras semanas ha sido clave el papel de Cáritas de Carballo (y cada vez para más inmigrantes: su ayuda es fundamental), poniendo a su disposición medios necesarios para salir adelante, hasta que ya han podido establecerse por su cuenta, y además Jonatan ha encontrado trabajo en una tienda de telefonía. Así que la nueva vida ha comenzado. No se cansa de agradecer el trabajo de la parroquia.

Atrás queda otra historia larga de contar. Jonatan es músico profesional. Saxofonista, especializado en el tenor, aunque también se maneja bien con otros instrumentos. Y psicólogo. Su mujer es licenciada en Teología, especializada en trabajo social, y diseñadora gráfica. Se conocieron en dos momentos. El primero, sin una relación, cuando estudiaban. Con los años se reencontraron por las redes sociales, y fue tal la conexión que decidieron casarse, tras un mes de relación formal de novios, aunque ya había poso en el que apoyarse. La boda tuvo un problema grave e inesperado, ya que un mes antes del enlace murieron los padres de los dos, el de él de covid, y el de ella, un médico que trabajó con el Gobierno de Maduro (su ascendencia es venezolana y siciliana), de cáncer. Pero, como todo estaba programado, se casaron igual. Fue un tiempo antes de emprender el viaje a España.

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En esos largos años del medio pasaron bastantes cosas, sobre todo para Jonatan, que vivía de la música. Lo hacía desde Santa Cruz, en Bolivia, a donde se marchó por trabajo. No le fue mal, sobre todo en épocas en las que los viajes eran constantes con las bandas. «Mi récord fue de diez aviones en una semana», recuerda. Actuaban por diferentes países, por el Caribe, para televisión... Fue una época intensa. Pero llegó un momento en que dejó todo eso para casarse. Ambos pasaron un tiempo en Argentina, otro en Bolivia. Trabajaron en ayuda social, cooperaban con familias.

Pero las cosas no iban del todo bien y fue cuando se plantearon marchar. Les salió la opción de un vuelo muy barato, 600 dólares cada uno, dinero que no tenían. Y hubo que buscarlo. «Tuve que vender el saxo para pagar el billete de avión y venirnos a Galicia», explica. Y la lavadora, y otros bienes para hacer dinero. El saxo le dolió especialmente, uno japonés ya mucho tiempo con él, edición limitada del 72, valorado en unos 5.000 euros, que malvendió por 400, pero no había otra. Ahora tiene otro más sencillo que le han dejado. Y aspira a seguir tocando, que esa es su pasión.

Pero lo principal, dice, es sacar adelante a la familia y trabajar.