Credo

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed RIBEIRA

BARBANZA

Máquinas de «pinball».
Máquinas de «pinball». HEINZ-PETER BADER / Reuters

25 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Creo en la literatura, en el boxeo y en dar las gracias al cruzar en el paso de cebra. Creo en el sonido del afilador, creo en el arte como la fuerza que da forma al mundo y creo en el honor como faro que guía mis acciones. Creo en la oscuridad de los callejones y en la luz de los bares. Creo, como Kant, en «el cielo estrellado y la ley moral dentro de mí».

Creo en el dolor y en el insomnio. Creo en los recuerdos como materia prima de la vida. Creo en la simplicidad, en la responsabilidad, en el individuo, en la creatividad y en la naturaleza. Creo en la gratitud y en la Dorna. Creo en abrazar los errores. Creo en las películas navideñas. Creo en la puntualidad y en el reloj atómico del Laboratorio Nacional de Física del Reino Unido, que solo varía un segundo cada 138 millones de años.

Creo en los niños de la peatonal que se marcan goles transparentes con balones mal hinchados y los celebran como finales de Champions. Creo en mi familia. Creo en las palabras y la cafeína, creo en los escudos y las montañas. Creo en Ribeira como una red de historias entrelazadas que, de vez en cuando, atrapa peces de colores.

Creo en Brujas. Creo en Khabib. Creo en León Tolstói. Creo en Robe Iniesta. Creo en el retorno de los videoclubes, en las máquinas de pinball, en los camareros que meten el dedo en la tapa y en grabarle una cinta a tu chica. Creo mucho en la vida, en su total complejidad y belleza, y en la búsqueda de significado que nos empuja a seguir adelante. Y creo, sobre todo, en los postres que nos hacen nuestras abuelas como dulce respuesta a los misterios del universo.