«Hanacpachap»

carmen alborés CON CALMA

BARBANZA

Semana Santa Perú

29 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

L a señora María estaba inquieta porque su hija le había contratado a una mujer peruana para que le ayudase con la casa. Llegó el día de la presentación y María observó que era una mujer más bien baja, de tez muy morena, con el pelo lacio y negro, además de una sonrisa preciosa y unos dientes blanquísimos. Con el paso de los días, el trato se fue haciendo cada vez más fluido e incluso amistoso. La señora María le contaba algo de su vida y la peruana de la suya.

Un día, mientras la señora peruana limpiaba, María oyó que cantaba. Lo hacía muy bien y decidió escucharla con más atención, pero la letra era sumamente extraña, jamás la había escuchado. Al preguntarle por la canción, esta le dijo que era un himno procesional religioso.

Cuando a María vino a visitarla su hija, le contó que la señora peruana cantaba una canto religioso, pero en un idioma muy extraño. La hija le dijo que seguro que cantaba en quechua. María, como pertenecía al coro de su iglesia, le habló de la canción de la peruana al director y este se propuso enseñarles a las coristas aquella preciosa canción dedicada a la Virgen.

Les explicó que era la primera Salve del Virreinato de Perú y la primera obra polifónica del Nuevo Mundo, atribuida al franciscano español Juan Pérez Bocanegra en 1631, y les dijo que también escribió la primera gramática fonética hispano-quechua. A María le costaba aprenderla letra: «Hanacpachap cussicuinin huaran cacta muchascaiqui…». Pero esta preciosa canción ya iba tomando forma entre las entusiastas coristas.

María le dijo a su asistenta que le tenía preparada una gran sorpresa. Cuando llegó el 28 de julio la invitó a un concierto. Con los primeros acordes, la peruana reconoció la canción y recordó cuando ella la cantaba en la catedral de Lima y comenzó a tararearla al tiempo que las lágrimas corrían por su rostro.

Perú estaba ahora mucho más cerca del corazón de la señora María, la peruana y ella se sentían cada vez más unidas, compartían costumbres, modos de ver la vida, recetas de cocina... Lo que nunca hacían era hablar del futuro, porque sabían que era incierto para ambas.

Como decía el escritor peruano Mario Vargas Llosa: «la incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar».