Solo, Feijoo y la tilde en la «o»

J. R. Alonso de la Torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

VILANOVA DE AROUSA

VÍTOR MEJUTO

En el PP gallego hay una tradición de ortografía libertaria y acentuación a la carta

12 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta ha sido la semana de las tildes. La disputa sobre la colocación de la vírgula sobre la o de solo o la de esta, esa y aquella ha demostrado que los políticos son todos iguales, es verdad, pero falta la segunda parte: iguales que nosotros e incluso iguales que los académicos. Nos encantan las trifulcas y las discusiones, pero las de esta semana al menos han tenido altura ortográfica.

En Arousa, lo de las tildes es un tema con peso y tradición. Nos gusta debatir sobre la cuestión y no olvido aquella visita de Rociito a Vilanova de Arousa en agosto de 1999, cuando las precisiones sobre el acento ortográfico de su segunda i provocaron encendidas discusiones y algunas cartas al director. Rociito vino como mujer de negocios a inaugurar una inmobiliaria, pero se habló tanto de su popularidad como de su tilde impostada.

Rociito había decidido acentuarse gráficamente porque le había dado la gana, aunque su nombre, una palabra llana acabada en vocal y con un diptongo con dos vocales cerradas, no llevara nunca tilde. Otra cosa hubiera sido con vocal abierta y cerrada, por ejemplo: Rocaíto, Roceíto o Rocoíto. Rociito nunca lleva tilde, pero da lo mismo, porque los correctores de los periódicos [La Voz es una excepción] prefieren la moda a la regla y siempre que he escrito sobre esta señora me la han acentuado como ella quiere y no como quiere la RAE. Aunque más serio es el caso de Feijoo, nuestro expresidente y aspirante a desbancar a Pedro Sánchez.

Cada vez que escribo Feijoo sin tilde en un artículo, los correctores de los periódicos [La Voz es una excepción] le colocan la rayita sobre la primera o. Yo me desespero como profesor de Lengua, pero como colaborador periodístico me callo porque entiendo que alguna razón habrá para que mis compañeros coloquen tilde en una palabra llana acabada en vocal, subvirtiendo así las reglas de acentuación.

He descubierto que Feijoo se escribe con tilde porque así lo quiere el líder del Partido Popular. Pues ni estaba de acuerdo con las extravagancias ortográficas de Gabriel García Márquez ni estoy de acuerdo con el capricho ortográfico de Feijoo. Si se apellida Feijoo, con la fuerza de voz en la penúltima o, no lleva tilde jamás. Y si lo dudan, busquen al escritor Benito Jerónimo Feijoo en la Biblioteca Virtual Cervantes (el padre Feijoo es el último Feijoo famoso antes del político Feijoo) y comprobarán que no lleva tilde. También hay un músico gallego llamado Xisco Feijoó, con tilde correcta en la última o.

Casi una tradición

En la política gallega es casi una tradición esto de acentuarse a la carta. Recuerden a la senadora del PP de Santiago de Compostela María Jesús Sainz. Como su apellido es un monosílabo y las palabras de una sola sílaba no llevan tilde, pues Sainz se escribe sin la vírgula sobre la a; pero ella decía que le daban lo mismo las reglas de ortografía, que su apellido llevaba tilde en la a y punto y final. Supongo que se trataba de una estrategia publicitaria. Al fin y al cabo, había que llamar la atención al pedir el voto y también valía la extrañeza que provocaba la tilde errónea sobre la a. La señora Sainz fue senadora, así que debió de funcionarle su truco prosódico. Si también le funciona a Feijóo su tilde caprichosa, habrá que deducir que esta derecha libertaria en lo ortográfico sabe jugar con la gramática y aprovecharse de ella.

En una ocasión, una alumna me dijo: «La tilde es cosa de viejos». Dicho así, parece el título provocador de una película de los hermanos Coen. Pero es algo más complejo, porque resume la brecha generacional marcada por la gramática. Mi padre solo estudió hasta acabar Primaria, pero no le he visto cometer una sola falta de ortografía en su vida y eso que escribía informes sin parar. Lo cierto es que hasta finales de los años 70, la ortografía era eliminatoria en los exámenes de Ingreso y Reválida, pero en la primera selectividad fui conejillo experimental y ya noté que, aunque nos amenazaran con suspendernos si errábamos en la ortografía, a la hora de la verdad, las faltas ya no eran fundamentales. Estábamos en junio de 1975, en noviembre murió Franco y pareció que con la muerte del dictador se acabó la dictadura de la ortografía.

Luego, todo se desmadró con Rociíto, Sáinz. Feijóo, sólo y solo, éste y este… Llegó el wasap y con él, el despiporre. Dicen que no hay nada más boomer ni más viejuno que un mensaje con encabezamiento, dos puntos, salutación, explicación, despedida y punto y final. Otros rasgos de telesenectud son los puntos suspensivos, la aversión a las abreviaturas, las comas en su sitio y las tildes. De todas maneras, reconozco que hay que ser un friki de la ortografía y tener mucha paciencia, destreza y dedos pequeños para colocar las tildes en un teléfono móvil.

Juventud estupenda

Algo que me llama la atención es que los jóvenes, tan anarcoides ortográficos, sin embargo, cuando se autodefinen en sus wasaps, se ponen estupendos, escriben sin faltas ni abreviaturas y componen frases redondas y solemnes del tipo: «Mi mundo gira por encima… Lo superfluo es necesario… Que no te calle el ruido… El camino es corto, pero ancho… Ahora y siempre... Aúpa Celta...». Y hasta escriben aúpa con tilde.