José Pérez, capitán de la mercante:«Teníamos que embarcar mercenarios y repeler a tiros a los piratas somalíes»

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Toda su carrera profesional se desarrolló a bordo de grandes petroleros, que contrataban a antiguos soldados para protegerse tanto en el cuerno de África como en el golfo de Guinea

20 abr 2024 . Actualizado a las 04:46 h.

Aunque se jubiló hace un par de años, José Pérez Rego (Ferrol, 1956) mantiene al día todos sus títulos y capacidades para embarcar en cualquier momento, si fuese necesario. «Hasta los 72 años tengo todo renovado, todo en vigor. Ahora doy cursos para el Instituto Social de la Marina, sobre todo en el centro de formación de Bamio, aunque también en Luarca, adonde tengo que ir dentro de poco. Eso me permite intercambiar opiniones con oficiales y marinos en activo y estar al día». Aunque nació en el norte, de donde era su madre, la familia se instaló pronto en Vilagarcía, de donde procedía su padre, Pérez Faya, que presidió el Arousa entre 1969 y 1977. «Toda mi familia materna era de Ferrol, y te puedes imaginar que tenía primos en la mercante y tíos en la Armada. Cuando venían mis primos en verano, que eran mayores y ya estaban embarcados, me metían el gusanillo en el cuerpo, así que no es raro que yo también me haya dedicado a esto».

Con veinte años, el futuro capitán se matricula en la Escuela Náutica de A Coruña, donde obtiene el título profesional, primero, y la licenciatura en Náutica y Transportes Marítimos cuando sus estudios adquieren categoría universitaria. Para entonces, José era ya un marino curtido. «Empecé las prácticas en el Villa de Bilbao, un barco de Transmediterránea mixto, de pasaje y mercancía, que tocaba Gijón, Vilagarcía, Vigo y Canarias. Pero cuando tuve que hacer días de altura, embarqué ya en petroleros. Buques de 135.000 toneladas que pertenecían a la refinería de Huelva, Explosivos Riotinto, antes de que la adquiriese Cepsa». En ellos, en los petroleros y los gaseros, se desarrolló toda su trayectoria profesional, navegando para el grupo de Fernández Tapias, la noruega Osberg o la naviera norteamericana Tikay. «Aunque siempre —puntualiza— mantuvimos la bandera española, con todos los derechos».

Al principio, la ruta que seguían discurría entre Huelva y el golfo Pérsico bordeando África. «Entonces no tocábamos el canal de Suez porque la zona era muy conflictiva. Yo, de hecho, estaba de segundo oficial cuando empezó la guerra entre Irán e Irak». En realidad, el marino gallego se comió dos guerras en activo. Aquella que enfrentó al régimen de los ayatolás con Sadam Huseín y se prolongó hasta 1988, y el primer conflicto del Golfo, que estalló con la invasión de Kuwait por parte de las tropas iraquíes, dos años después.

La absorción de la naviera para la que navegaba por la americana Tikay abrió el abanico. «Íbamos mucho al Mar del Norte y descargábamos también en China, y ahí sí empleábamos ya el canal de Suez». Pero esa apertura no significaba que las cosas se hubiesen calmado. Todo lo contario. «Teníamos que embarcar mercenarios. Los cogíamos a un día al sur de Suez, navegábamos el Mar Rojo e íbamos al cuerno de África, donde estaban los piratas somalíes. Después, los dejábamos al sur de la India, cuando pasábamos la zona más conflictiva, o en el estrecho de Ormuz, en función de la ruta que teníamos que seguir».

La razón de recurrir a soldados a sueldo era bien sencilla: «Aquella era una gente curtida en mil guerras y tú necesitas seguridad. Recuerdo bien a un grupo de cuatro, tres nepalíes y un americano. Pero también había croatas y españoles. Hombres que normalmente habían servido en el ejército y se ganaban así la vida. Pero no creas que esto es cosa antigua. Yo me jubilé hace dos años y pico y se seguía haciendo. Es más, hoy todos los atuneros que faenan en la zona los tienen de forma permanente, en su tripulación».

Ninguno de los buques que José mandó fue abordado, pero sí sufrieron varios intentos. «Más de una vez tuvimos que repelerlos a tiros. Usan barcos nodrizas y querían asaltarte en lanchas. Cuando sucedía, la tripulación nos refugiábamos en una especie de camarote del miedo, en la máquina, con tres puertas blindadas, todo habilitado, con teléfonos satelitales y un botón del pánico. Y quienes daban la cara eran los mercenarios».

Desde hace un tiempo, subraya José, los abordajes en el cuerno de África han cedido un tanto, pero se han disparado en el golfo de Guinea, con secuestros crecientes en busca de rescate. «Allí, en el delta del Níger, te acompaña una lancha con diez o quince tíos para darte escolta. Está la cosa bastante fea». Cuando el capitán afirma que está al día, es por algo.

MARTINA MISER

  • Mercenarios a bordo. José recuerda desde Vilagarcía las zonas más conflictivas por las que navegaba. «Los piratas trataban de asaltarte en lanchas. Tenían armas potentes, pero los mercenarios daban la cara y lo normal es que, al recibir los primeros disparos y no verlo claro, desistiesen y se marchasen».

MARTINA MISER

  • La distancia con respecto a la familia es uno de los trances más duros en la vida de cualquier marino. José no es una excepción: «En medio del Atlántico no puedes solucionar nada. La mujer tiene que hacer de padre y de madre. A mi hija no la pude conocer hasta los seis meses». En la imagen, el Toledo Spirit, el último petrolero que mandó antes de jubilarse.