«Cada vez amo más a mis perros y odio más a la gente»

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Olga Costa, que cumple 25 años al frente del refugio de Cambados, celebra los cambios legislativos y de concienciación social, pero acusa a la Xunta de incumplir la Ley de Bienestar Animal

28 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Espe se quedó paralítica y moribunda por un atropello y salió adelante gracias a una intervención en el Hospital Clínico Veterinario de Lugo que costó 1.100 euros y un tratamiento mediante medicina china y acupuntura. Tinta, una perra tetrapléjica, pudo volver a andar con un carrito ortopédico preparado especialmente para ella y encontró un hogar gracias a Zaira, una niña con esclerosis múltiple que decidió adoptarla tras aparecer en el programa El Hormiguero. Ambos casos tienen un denominador común y lleva por nombre Olga Costa Bea.

Ella es la culpable de que estos y otros muchos animales hayan tenido una segunda oportunidad en la cruzada que mantiene esta cambadesa desde hace un cuarto de siglo. En 1999 se puso al frente de canceira de Cambados —como se la llamaba entonces— y hoy ejerce de directora del refugio, velando por el bienestar de los animales que se ven en la calle, sin hogar y de los que, aun teniendo dueño, malviven víctimas del maltrato.

Han sido más de cinco mil los animales que han podido rescatar y cuidar en estos 25 años, según las cuentas que echan en el refugio a propósito de este aniversario. La mayoría son perros y gatos, pero también ha habido caballos, burros, iguanas, ocas y faisanes. El ansia le pudo a Olga Costa en sus inicios. Quería salvar a todo bicho viviente que encontrara desamparado, saturando el albergue y llevándose para casa un sentimiento de culpa que acabó por acarrearle un problema psicológico serio, pero aprendió la lección. «Con los años te das cuenta de que una persona sola no puede salvar el mundo, y veinte tampoco. Lo que me propongo ahora es mejorar la calidad de vida de los animales». Por eso sigue haciendo cientos de kilómetros hasta Portugal en busca de un diagnóstico para la vieja Bela y continúa enviando perros como Geras a Alemania para entregarlos en adopción a sabiendas de que le quedan pocos meses de vida. «Esa es la gran satisfacción que me queda», señala esta mujer que se declara enamorada de los animales. «Cada vez amo más a mis perros y odio más a la gente, ellos me dan paz y gratitud, en el refugio soy feliz».

Pero su entrega no le ha salido gratis, y no solo desde el punto de vista económico. A Olga Costa la llamaban en su pueblo «la loca de los perros» y en 2007 le quemaron el coche en una supuesta represalia. Nadie llegó a pagar nunca por aquella fechoría y casi nadie desprecia ahora su labor, pero las hostilidades no han cesado y los voluntarios del refugio siguen sufriendo amenazas y amagos de agresión. Por eso desde hace un año, en la protectora han tomado la decisión de no acudir solos a recoger a los animales que están en la vía pública sin el amparo de la policía local o la Guardia Civil. «No voy a poner en juego mi vida y la de quienes me rodean. Nosotros damos la cara, presentamos denuncias y la Xunta no hace nada», se lamenta Olga Costa. Considera que la reciente aprobación de la Ley de Bienestar Animal es un hito, «pero las leyes no sirven si no se aplican», y en Galicia, afirma, se está haciendo dejadez de funciones en este tema. Con todo, reconoce, en dos décadas se ha mejorado mucho en materia legislativa y de concienciación social y en el refugio reciben pruebas de ello a diario mediante las llamadas de la gente que les avisa de la presencia de mascotas abandonadas. «Antes, cuando yo empecé, esto era impensable».

El compromiso se percibe, también, en los voluntarios y colaboradores que hacen posible que 38 perros tengan un techo y comida en el albergue de Refoxos, que docenas de perros y gatos encuentren una casa de acogida y mantener a raya a la población de gatos callejeros gracias a las campañas de esterilización y la gestión de las colonias felinas. «Hubo un gran cambio, pero en el rural hay que seguir trabajando porque se sigue viendo a los animales como a un objeto. Llevo años diciendo que hay que mirar a Europa».

La información y la educación son, reflexiona, las mejores herramientas para cambiar las mentalidades, y por ella no va a quedar. Además de la atención directa a los animales, Olga Costa también desarrolla una labor de divulgación que la ha llevado a colegios, centros geriátricos, a la cárcel de A Lama y a los platós de televisión. Poco a poco va delegando algunas funciones en los que vienen detrás, pero «mientras Olga pueda, Olga va a seguir estando ahí». Sus adorados peludos se agradecen, y se lo demuestran.