Pelayo Eyo: «Cambados siempre fue muy consciente del patrimonio que tenía entre manos»

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

Martina Miser

El aparejador municipal se retira después de cuarenta años en el Concello

23 sep 2022 . Actualizado a las 19:08 h.

Hoy cumple 66 años y hoy será su último día en el Concello de Cambados. El aparejador municipal, Pelayo Eyo Valladares, se jubila, y no es un funcionario cualquiera. Lleva cuarenta años ocupando este puesto de modo que, como dice él, aunque estradense de cuna y pontevedrés de adopción, forma parte del paisaje urbano. «Ya soy medio cambadés, como Manso». Conoce el municipio al dedillo, no en vano su trabajo transcurrió entre planos y pateando hasta la leira más recóndita; para obra pública, para obra privada, por sus manos pasan al año seiscientos expedientes y su rúbrica resulta determinante a la hora de conceder o denegar licencias.

Pelayo Eyo no siempre daba buenas noticias, pero, pese a todo, se sintió tratado con respeto, afirma. «Una vez fuimos a una casa porque estaba construyendo una buhardilla sin licencia y había que levantar acta de sanción y me fijé en un cuadro muy bonito de una reproducción del muelle de Tragove. Al cabo de unos días vino el hombre a traerme dos copias». Su anecdotario es amplio. «Siempre cuento una que es muy de Cambados. Acudí a una finca a ver las línea para un muro de cierre que ya estaban construyendo el muro porque decían que le escapaba el perro. Y cuando nos metimos hacia dentro porque no cumplía el retranqueo nos dice el hombre: «Eh, que nós somos dos vosos».

No recuerda a quienes podía referirse porque Pelayo Eyo ha trabajado bajo muchas siglas políticas; empezó con el nacionalista Xoán Antonio Pillado, convivió con toda la saga popular (Antonio Pillado, Santiago Tirado, José Manuel Cores Tourís y Luis Aragunde) y asistió a la subida al poder de la izquierda, primero con Fátima Abal y ahora con Samuel Lago ocupando la alcaldía. Con todos ellos, asegura, mantuvo una buena relación y valora el papel que han jugado para conseguir que Cambados sea, urbanísticamente, lo que es hoy. «Fue uno de los pocos pueblos donde no hubo desfeitas. Se conserva estupendamente y eso es gracias a los cambadeses, que supieron protegerlo, y gracias a los políticos, que estuvieron atentos. Cambados siempre fue muy consciente del patrimonio que tenía entre manos».

Él fue testigo de excepción de todo ello y asistió a hitos como el que supuso la declaración de Bien de Interés Cultural. «Junto al albariño, el conjunto histórico es el principal atractivo del pueblo». Cambados enamora y Pelayo no iba a ser menos. «Siempre lo llevaré en el corazón», porque, además de trabajar, en el pueblo deja a compañeros y amigos. Estos le ofrecieron ayer una muestra de cariño con el tradicional pincho de despedida en el Concello y hoy le han preparado una comida que iba a ser sorpresa y tuvo que dejar de serlo, no fuera a ser que no apareciera.

Será, sin duda, una velada propicia para echar la vista atrás y contar un sinfín de batallitas. Todo ha cambiado tanto desde que aterrizó en Cambados... «Cuando llegué todavía se hacían los informes manuscritos y en Obras éramos dos personas». Por entonces todavía era «el aparejador», sin más; después pasó a denominarse arquitecto técnico, un cambio que llegó impuesto por la nueva titulación. En su opinión esta nueva acepción hizo «perder identidad» a un gremio que conoce muy bien, por oficio y porque ocupó la presidencia del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Pontevedra y el Consello Galego de Colexios de Aparelladores e Arquitectos Técnicos. Todo eso ha quedado atrás — «hay que dejar paso», indica— y ahora toca nueva etapa. ¿Planes para la jubilación? «Esto es como cuando vuelves de las vacaciones, se hacen muchos planes y después no se hacen... Siempre me gustó pintar y el deporte y trataré de retomar la relación con antiguos compañeros». Y avisa. «En Cambados no me van a perder de vista».