El señor que me vende las corbatas

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

Juan Medina | REUTERS

Frente a los escándalos de la cúpula de la RFEF, la abnegación de los misioneros de Tercera División

21 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

He vivido en cinco de las siete provincias españolas limítrofes con Portugal y en todas he sido aficionado al equipo de fútbol de la ciudad donde me asentaba. Pensarán ustedes que haber sido socio o hincha temporal del Badajoz, Cacereño, Salamanca, Zamora y Arousa Sociedad Cultural es propio de un aficionado chaquetero, pero no es así porque del fútbol, más que los goles, me importa su carácter de símbolo ciudadano, de emblema sociológico, de síntoma y explicación de las ciudades. Es decir, voy al fútbol a disfrutar de la emoción de las aficiones, a mimetizarme con ellas y así entender el entorno.

Además, en los casos de Cacereño y Arousa, y, sobre todo, del Compostela en Primera, fui cronista de la intrahistoria de los partidos: más que contar internadas por la banda derecha o defensas presionantes, me fijaba en una muchacha que se desmayaba en San Lázaro al salir al campo Julen Guerrero o en Teté Delgado, que vacilaba a la afición compostelana con picardía desde su asiento de preferencia. Recuerdo una crónica de un partido del Arousa S. C. que titulé: «Sentarse en A Lomba y mirar O Xiabre» porque, efectivamente, los partidos eran tan aburridos, el equipo iba tan mal —de hecho descendió esa temporada— y la afición se mostraba tan abúlica que resultaba más entretenido y evocador contemplar la majestuosidad de nuestro monte sagrado que atender al fútbol sin gracia del equipo.

Sin embargo, el Arousa tiene y ha tenido, en general, algo de lo que han carecido los demás clubes de los que he sido socio o aficionado: honradez. Por aquí no han venido magnates árabes ni americanos, tampoco empresarios españoles oportunistas que compran un equipo como si fuera una inversión en bolsa: si asciende, reinvierten, si se descalabran, venden y dejan el club en la ruina.

Veamos casos puntuales. En este fútbol rayano de provincias fronterizas (solo me ha faltado ser socio del Ourense y el Recreativo de Huelva para hacer pleno), y empezando por el sur, el Badajoz desapareció, renació con otro nombre y sigue con problemas tras ser comprado por mexicanos, portugueses y argentinos; del Cacereño fueron dueños una mexicana, un transportista salmantino de cerdos y un farmacéutico foráneo, pero escaparon porque no ascendían. Ahora lo lleva un convecino serio dedicado a los transportes y, al menos, no ha desaparecido; la Unión Deportiva Salamanca desapareció, dando paso a dos clubes, Salamanca y Unionistas, siendo el segundo un ejemplo a seguir de fútbol social y lo más parecido al Arousa en el fútbol del lejano oeste español.

Fui socio del Zamora cuando estudiaba allí el Bachillerato. Nos hicieron una oferta muy jugosa a los alumnos de la Universidad Laboral: por 100 pesetas podíamos hacernos socios del club. La operación fue un fracaso porque nos asociamos 300, íbamos al campo nada más comer, ocupábamos los mejores asientos de Preferencia del estadio «falangista» Ramiro Ledesma Ramos y, como éramos todos de fuera, animábamos al equipo visitante. La temporada siguiente, ya no hubo oferta y 50 años después, la corrupción asociada al Zamora está en candelero desde que se ha sabido que su presidente es uno de los presuntos intermediarios de los negocios turbios del llamado Caso Koldo.

Como ven, equipo que sigo, equipo que se ve envuelto en líos, excepto el Arousa, que se mantiene humilde y en Tercera, pero honrado, con directivas prudentes y locales, manteniendo el mismo espíritu fundacional, entusiasta y pintoresco que cuando nació en un sembrado de maíz propiedad de doña Desamparados Barrio, a quien los impulsores del Arousa SC, con apellidos tan de aquí como Callón, Porto o Carús, compraron aquel maizal por 6.000 pesetas en 1944. Lo segaron, lo explanaron y, en 1945, una vez terminadas las tareas agrícolas, nació oficialmente el club.

Durante el Mundial de España, en 1982, me llamaron la atención los directivos de la FIFA que paseaban por Pontevedra (Vigo fue una de las sedes) del brazo de unas chicas muy atractivas. Ellas eran jóvenes y estilizadas, ellos eran mayores y orondos. Con el tiempo, se conocieron los escándalos y la buena vida de aquellos días de Mundial.

Frente al mal olor de la cúpula futbolística mundial, la sencillez de aquellos directivos del Arousa que vivían sus cargos como si fueran misioneros: iban a tomar café o chiquitas y a sus trabajos con un fajo de carnés de socio en la cartera y en cuanto te descuidabas, te afiliaban. Así me hice socio del Arousa por primera vez y aún hoy, cada vez que vengo a Vilagarcía, algún directivo intenta asociarme con abnegada vocación.

Hubo un tiempo en que la euforia nos poseyó y hasta tuvimos al presidente Villar en A Lomba, pero frenamos a tiempo. Porque lo de Villar y los presidentes de la RFEF de los últimos 40 años es de aúpa. Todos ellos se han visto con la justicia y el candidato actual, Pedro Rocha, antes de ser presidente ya ha sido imputado. Curiosamente, le compro las corbatas y las americanas al señor Rocha, que tiene una boutique de caballero en Cáceres, donde es apreciado como buena persona y buen comerciante, pero ha sido meterse de lleno en la cúpula futbolera y complicarse su vida. Me quedo con los directivos del Arousa y su visión del fútbol como apostolado.