La Peregrina arriba al Caribe tres días después de la sepultura de mar de Javier Babé

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

La nave alcanza la isla de La Deseada tras cruzar el Atlántico en tres semanas, empleando únicamente el astrolabio y la navegación por estima, y perder a su viejo capitán a 260 millas del objetivo

02 abr 2024 . Actualizado a las 21:13 h.

El sábado, el cuerpo de Javier Babé García, el capitán de La Peregrina, era arrojado al mar por sus compañeros de travesía. Allí, en un punto situado a unas 260 millas de la isla de Guadalupe, encontró su sepultura oceánica un hombre que vivió la mayor parte de sus 75 inviernos sobre las olas y a punto estuvo de concluir el último reto que se había propuesto: cruzar de nuevo el Atlántico, en esta ocasión guiado únicamente por los medios de navegación que se empleaban en el siglo XVII. Este martes, tres semanas después de haber zarpado de La Gomera, cuando apenas habían transcurrido tres días desde el repentino fallecimiento de su patrón, víctima de una insuficiencia cardíaca, la nave culminó su objetivo, arribando a la isla de La Deseada, al sur del Caribe.

Alejandro Diéguez, José Durán, Jobó, Cristina, José Cuíñas, Cintia, Antonio y Thomas fueron los aliados del viejo capitán en su última aventura, los encargados de llevar a buen puerto el Reto Astrolabio. Ya sin Babé a bordo, o tal vez sí, de la forma en la que quienes consagran su vida a un propósito determinado jamás lo abandonan del todo.

A su llegada, tras cruzar tres mil millas recurriendo a un astrolabio, réplica de un instrumento de 1555, y a la navegación por estima, La Peregrina se dirigió a la marina de Ponte à Pitre, el mayor núcleo urbano de La Deseada, perteneciente al departamento francés de Guadalupe. Una vez cubiertos los trámites de fondeo, consulado y salvamento marítimo, la nave descansará en su fondeo temporal de Culebra.

Afincado desde hace años en O Grove, Javier Babé reposa ahora en el lugar que, confesaba poco antes de zarpar, le llenaba más que ningún otro: el mar al que dedicó la mayor parte de sus días.