La cueva del tesoro de la UE

Juan Oliver BRUSELAS |

INTERNACIONAL

La Comisión Europea almacena en el sótano de su sede de Bruselas centenares de obsequios con los que empresas, Gobiernos y particulares agasajan a sus comisarios

09 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Si para los políticos españoles rigieran las mismas normas que para los comisarios de la UE, todos los que recibieron regalos de la trama Gürtel estarían ya en la calle. Porque los miembros de la Comisión Europea están obligados a informar de cualquier obsequio de valor superior a los 150 euros. Si se trata de objetos ornamentales, solo se les permite decorar con ellos sus despachos, los de su gabinete o las salas comunes de los edificios oficiales. Si son prendas o utensilios personales, como corbatas, relojes o móviles, deben devolverlos al concluir su mandato.

En la legislatura 2004-2009, el presidente y los miembros del Colegio de Comisarios recibieron 249 regalos que superaban los 150 euros. La lista es pública y se puede consultar en la web de la Secretaría General de la Comisión (http://ec.europa.eu/commission_barroso/gifts/gifts_fr.pdf). Hay libros, alfombras, cuadros, estatuas, televisores, servicios de café, equipos de música, corbatas, bolsos, bicicletas, maletas de cuero...

Algunos de los regalos que los comisarios decidieron no aceptar se entregaron a oenegés como Femmes d'Europe, con la que colabora la esposa del presidente José Manuel Durão Barroso y que las vende en un mercadillo en Bruselas para financiar proyectos solidarios y de lucha contra la pobreza. Pero hay decenas de objetos huérfanos que se almacenan en una cámara en los sótanos del edificio Berlaymont, la sede de la Comisión, y que los funcionarios que saben de su existencia conocen como «La cueva de Alí Babá».

«Si hay dudas sobre el valor, los catalogamos por encima de los 150 euros», explica Jacques de Baenst, director del servicio de protocolo de la Comisión y encargado de tasar e inventariar este tesoro de dádivas imposibles que nadie quiere quedarse: un busto de Gandhi en cartón piedra; dos sillas africanas con reposabrazos en forma de león y respaldo de elefante, cuadritos con motivos asiáticos hechos con arena de colores, un retrato macramé en lana de un ex vicepresidente de la Comisión...

Una tarjeta de Aznar

Hay decenas de cajas de terciopelo con carísimas estilográficas, algunas con acabados tan rococó que parecería una burla sancionar con ellas una directiva o un tratado internacional. Perdida en las estanterías se esconde una tarjeta oficial de José María Aznar, en un sobre dirigido a Barroso no como jefe de la Comisión, sino como «primer ministro de la República portuguesa». También hay ofrendas nobles y valiosas obras de arte, que descansan aquí hasta que se encuentra un lugar adecuado para exhibirlas, como un cuadro del pintor y escultor belga Panamarenko, uno de los más cotizados del país, que se guarda protegido por una urna de PVC.

Funcionarios

Según De Baenst, los funcionarios de la Comisión que no ocupan cargos políticos también tienen un estricto código de conducta, que solo les permite aceptar presentes de menos de 50 euros. Tienen prohibido recibir cualquiera que supere los 250, y deben solicitar permiso expreso de sus superiores para quedarse los que valen entre 50 euros y esa cantidad.

Claro que ellos no se enfrentan a un incidente diplomático al que sí se arriesgan los comisarios si actúan como esos cónyuges que esconden los regalos kitsch de la familia política. «Muchos de los obsequios vienen de Gobiernos y de autoridades regionales o locales que podrían sentirse ofendidos si supieran que los tenemos aquí», afirma el director de protocolo, tras rogar que no se fotografíe el contenido de varias cajas apiladas en un rincón y cuyo destino es el cubo de la basura.