Equipo de rivales

Leoncio González

INTERNACIONAL

23 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Una pista para los gladiadores de la política autonómica que entrenan para convencer a los gallegos dentro de unas semanas de que son la reencarnación autóctona de Obama: el libro que el nieto de Madelyn se llevaría a una isla desierta se titula Team of Rivals ( Equipo de rivales ). Lo escribió una antigua colaboradora de Lindon B. Johnson, Doris Kearns Goodwin, y cuenta una historia asombrosa en estos tiempos de polarización maniquea. Cómo se las ingenió Lincoln para incorporar a su gabinete a los adversarios de su propio partido, y a los del demócrata, con el fin de afrontar la guerra de secesión y superar la fractura civil entre el Norte y el Sur.

La lógica del corto plazo le recomendaba justamente lo contrario. Esto es, que una vez alcanzada la Presidencia los fuese laminando uno tras otro, pues tanto Seward como Chase, Bates o Stanton tenían sus propias ideas y no hablemos ya de sus ambiciones. Separados o juntos, eran un obstáculo insuperable para Lincoln y él lo era, a su vez, para ellos. Pero en lugar de maniobrar para apartarlos o dejarlos caer, los llamó a su lado sin importarle gran cosa que de ese modo prolongaba o incluso impulsaba su vida política. Fue cuando empleó la famosa frase de que eran tanto o más valiosos que él y que no podía privar a la nación de sus servicios.

Los primeros compases de la era Obama dejan entrever que, además de alimento intelectual, el libro de Kearns le ha proporcionado inspiración para levantar el armazón de su gabinete. La elección de los nombres y, sobre todo las tareas que les encomendará, ponen de manifiesto un espíritu de integración que no se limita a las familias demócratas sino que abarca, también, al bando republicano. Por lo que se va filtrando, el marido de Michelle resiste bastante bien la eterna tentación de repartir el poder solo entre fieles que no le harían sombra ni le rechistarían. Antes bien, se inclina por personas que no son gregarios, que tienen voz propia y puntos de vista distintos de los suyos, aun a riesgo de dejar entrar el aire frío de las discrepancias en el Ejecutivo que liderará.

Se puede decir que la magnitud de los desafíos a los que se enfrenta EE.?UU. para salir del atolladero al que lo condujo Bush no le dejan otra salida. Pero las hay. Basta mirar a nuestro alrededor, donde, salvando las diferencias de escala, los retos de futuro no son menores que los que deben superar los norteamericanos, para constatar que la complejidad de las tareas nunca ha sido un aliciente para desechar la idea de que el contrario es alguien al que abatir y que solo está bien cuando está aplastado.

Que se rodee de ellos, pasando incluso por encima de su enfrentamiento, como en el caso de Hillary Clinton, revela que el color de la piel no es la única novedad que Barack Obama llevará a la Casa Blanca.