Baldo Pestana, el lucense que retrató a García Márquez y a Pablo Neruda

Carlos Vázquez

LUGO

A punto de cumplir 92 años, este fotógrafo de prensa, antes que dibujante y pintor, emigró con 4 años a Argentina y tras su estadía en Perú y Francia regresó en los 90

22 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

En diciembre cumplirá 92 años y no ha perdido un ápice de su interlocución diaria con el arte. Baldomero Pestana Baldo (Pena, 1918) es uno de tantos emigrantes gallegos que un día se vieron obligados a dejar Galicia. Aferrado a las únicas manos de su madre, con solo cuatro años salió de la aldea castroverdense de Pozos para reencontrarse al otro lado del océano con otros tres hermanos que vivían en Buenos Aires.

Encontró cobijo en una casa típicamente gallega donde se bailaba la muiñeira y mantenía la tradición de hacer los chorizos, el caldo y las filloas; Pedro Pestana fue su protector. «A la Argentina le agradezco mi educación», comenta quien a los ocho años ya compaginaba la escuela con el oficio de carbonero.

Su tío le llevaría a la sastrería aunque enseguida supo que no quería morir haciendo trajes. «Lo hice para sobrevivir y me sirvió como disciplina», argumenta Baldo Pestana, quien aprovechaba los momentos libres para ayudar en una librería a cambio del descuento en unos libros que acabaría perdiendo a causa de una revuelta estudiantil que introdujo a la policía en su casa.

Participó en un curso de fotografía impartido por los más reputados expertos de Argentina que habría de suponer los cimientos de su futuro profesional. «Entonces aún se revelaban los negativos en blanco y negro», recuerda quien nunca perdió su instinto viajero, una necesidad que le llevaría a trabajar como camarero en un trasatlántico. Y mientras el resto de la tripulación aprovechaba las escalas para emborracharse y visitar los burdeles, Baldo escudriñaba en las librerías y visitaba los monumentos. De regreso del primer viaje conoció a Velia y tras el segundo se casaron y abandonó algo más que la navegación.

Con el deseo de alejarse de los militares y del peronismo que según él arruinaría al país, se trasladaron a Perú y a esos 37 años en Argentina hubo que sumar nueve en la ciudad que Pizarro bautizó como Ciudad de los Reyes. Recién llegado a Lima, Baldo fue nombrado fotógrafo del Diario Oficial de Perú aunque también colaboró con Unicef, la ONU, la agencia McCann-Erickson y las revistas Time y Life .

Mayo del 68

Tras vender el laboratorio, su equipo y el coche, en 1967 Velia y él se establecían en París: la ciudad soñada. El ambiente de la urbe le enamoró tanto que enseguida aprendió una lengua que cultiva gracias a una biblioteca donde no faltan las obras de Balzac y Stendhal, a menudo acompañadas por las notas barrocas de Bach.

Vivió in situ el Mayo francés del 68, se relacionó con la intelectualidad parisina y recorrió toda Europa. Las instantáneas dejaron paso al dibujo y a la pintura hasta que la enfermedad de su esposa se coló en sus vidas. «Me centré en cuidarla y no tenía espíritu para pintar», aduce en relación a una década de silencio.

Por mediación de unos familiares con los que reside en la parroquia luguesa de Báscuas, hace año y medio regresó a una tierra que reservaba la magia suficiente para reconciliar al artista con el óleo, los acrílicos y las acuarelas.

Diferencias Lugo-París

«París no es ciudad para viejos y Lugo se acomoda perfectamente a esta etapa de mi vida», expresa con el mismo acento argentino que hizo suyo aquel niño que tiempo atrás, en 1922, había dejado una pequeña aldea de Galicia para descubrir la gran aldea global.