«Viviré con mi pequeña pensión»

R.?C.

ESPAÑA

Luis Roldán dice tras quedar en libertad que todo el dinero se lo llevó Paesa, «que se ha ido de rositas», y que él llevará una vida normal con el dinero de su jubilación

23 mar 2010 . Actualizado a las 14:41 h.

Gafas de sol, bufanda granate y gorra. Así ataviado salió el ex director de la Guardia Civil Luis Roldán del Centro de Inserción Las Trece Rosas de Zaragoza a las ocho y media de la mañana de ayer tras firmar su carta de libertad. Ha cumplido en prisión, gracias a las rebajas que permitía el Código Penal, 15 de los 31 años a los que fue condenado, aunque en realidad solo ha pasó diez entre rejas porque en el 2005 consiguió el segundo grado y su relación con la vida penitenciaria se limitaba a dormir en ese centro, mientras el resto del día lo pasaba fuera, en su domicilio de la capital aragonesa.

Con más kilos que con los que entró, Roldán, de 66 años, jubilado y casado por tercera vez, es un hombre libre. Que salió sin devolver el botín. «Se ha cumplido un trámite de acuerdo con la ley penal, ya no tengo que venir a dormir y estoy libre», comentó serio a la salida del centro, donde lo esperaban decenas de periodistas. Seriedad que se acrecentó al comentar que ha «pagado con creces, duramente», los delitos que cometió, aunque «otros no han pagado» y «se han ido de rositas o casi de rositas».

No dijo a quién se refería, pero es muy probable que aludiera a Francisco Paesa, el misterioso intermediario, siempre al servicio del mejor pagador, al que acusa de haberse quedado el botín que tenía depositado en Suiza. Paesa, desde su refugio, se cree que en Luxemburgo, lo ha negado siempre. Pero Roldán recordó ayer que en 1994, el ex espía que estuvo al servicio de Interior para lograr su captura dijo que «[el dinero] lo tenía él, que era suyo y se fue por la puerta con las manos en los bolsillos».

Pequeña pensión

El ex director de la Guardia Civil pretende llevar a partir de ahora «una vida normal» en Zaragoza con «la pequeña pensión» que tiene, porque se ha calculado sobre sus últimos 15 años de actividad laboral, un tiempo que ha estado en la cárcel. El dinero que percibe es un misterio, aunque algunas informaciones apuntan a que recibe todos los meses 600 euros de un ex alto cargo de Interior, pero desde luego no se exhibe como un derrochador en su quehacer cotidiano en la capital aragonesa. Vive en un edificio de clase media, del que fue presidente de la comunidad de vecinos, y se dedica a dar largos paseos.

Roldán se mostró disgustado de que le atribuyan que es poseedor de una gran fortuna escondida en alguna parte del mundo, cuando lo cierto es que, según su versión, ese dinero no está en su poder y nadie intentó «buscarlo ni localizarlo». «¿Por qué?», se preguntó, y sugirió que se consultara al comisario de policía que dirigió la operación de su busca y captura porque sabrá a qué «pacto» llegó con Paesa.

Diez millones de euros

El ex director de la Guardia Civil se hizo con una fortuna cercana a los diez millones de euros por el cobro de comisiones para la construcción de cuarteles, con el desvío de los fondos reservados que Interior asignaba a su departamento, así como con la usurpación de otros recursos del instituto armado. Parte de ese dinero se depositó en bancos suizos, pero otra parte la empleó en adquisiciones de inmuebles, entre ellos 15 pisos, chalés y plazas de aparcamiento a nombre de la empresa Europe Capital. Solo dos propiedades en París y en la isla de San Bartolomé, en las Antillas francesas, fueron valoradas en 3,7 millones de euros, que nunca fueron recuperados porque los bienes están a nombre de testaferros. El Estado ha logrado revertir a sus arcas solo 1,6 millones de euros con el embargo de cuentas y la subasta de algunos pisos.

Pero Roldán se niega a reconocer que posea nada de lo que se acreditó en los tribunales, y volvió a negarlo ayer en su nueva condición de hombre libre. Y como muestra de que de pudiente nada, se despidió de los periodistas y cogió el autobús para irse a casa sin quitarse la gorra, las gafas de sol y, por supuesto, sin desprenderse de la bufanda granate.