Jack Kerouac vuelve a la carretera medio siglo después

CULTURA

Una editorial norteamericana publica la versión original, hasta ahora inédita, de «En el camino»

03 may 2008 . Actualizado a las 02:50 h.

Incluso lo irreverente acaba por convertirse en objeto de culto. Así ha sucedido con En el camino , la novela de Jack Kerouac que en 1957 irrumpió como un vendaval en el paisaje literario norteamericano y que, transcurrido medio siglo, se ha transformado en un clásico de las letras yanquis. Aunque la leyenda asegura que Kerouac, inflado de café y benzedrina, había escrito la novela en tres desquiciadas semanas de abril de 1951, los gurús académicos matizan que el libro ya rondaba la cabeza y los cuadernos de notas del escritor desde que, acompañado por Neal Cassady, empezó sus viajes por Estados Unidos y México en 1948.

Pero solo tras sucesivas correcciones y enmiendas -sugeridas o sutilmente impuestas por amigos, editores e incluso abogados- la obra vio la luz, en septiembre de 1957. Medio siglo después, Kerouac vuelve a la carretera con la edición en Estados Unidos del manuscrito original, inédito hasta la fecha. Pese a las pegas de la familia del autor, que se mostraba reacia a publicar el texto íntegro por entender que exhibía una imagen todavía más cruda de las andanzas de Jack Kerouac y sus compinches beat , el sello Viking ha logrado finalmente poner en el mercado anglosajón lo que ha titulado como On the road. The original scroll ( En el camino. El rollo original ), en referencia a ese legendario rollo en el que el autor había mecanografiado su narración. Un manuscrito, por cierto, al que un perro arrancó a dentelladas sus últimas páginas, que aquí se añaden como apéndice según un borrador de 1951.

Para publicar En el camino en 1957, Kerouac tuvo que podar el texto primitivo al gusto de la época. Los dos principales protagonistas del volumen, Jack Kerouac y Neal Cassady, se camuflaron bajo los nombres de Sal Paradise y Dean Moriarty. Allen Ginsberg se convirtió en Carlo Marx, nada menos. Y así se disfrazó, con apellidos postizos, a toda la banda de la generación beat .

El mono se quedó en el tintero

Además, el autor tuvo que eliminar varias escenas en las que el sexo cobraba un aspecto demasiado explícito para la América de los años cincuenta, todavía algo suspicaz ante la contundente receta de jazz, drogas, poesía, alcohol, viajes y sexo que había acuñado la contracultura. En las mesas de los editores se quedaron, por ejemplo, pasajes con minuciosos detalles sobre relaciones homosexuales y un escabroso episodio protagonizado por un mono sodomita en un prostíbulo de Los Ángeles.

Otro cambio significativo que experimentó la obra fue la introducción de signos de puntuación (el autor se quejaba de que le forzaban a sembrar de comas innecesarias sus párrafos). La novela, tal y como había salido de la baqueteada Underwood de Kerouac, consistía en un único párrafo de unas 125.000 palabras posadas sobre un larguísimo rollo de papel que, abierto sobre el suelo, imitaba el camino del título.

Ese mismo rollo de 300 páginas sin puntos y aparte se extiende ahora ante el lector en forma de libro. Los protagonistas se llaman por sus auténticos nombres y el sexo ha sobrevivido a las tijeras del editor.