«Monte Alto es caso aparte, como un pueblo dentro de la ciudad»

A CORUÑA

Hace 30 años que llegó de Uruguay.?Un tiempo en el que este artesano se?ha convertido en todo un coruñés

06 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Este coruñés nació en Montevideo, aunque podría haberlo hecho en cualquier otro lugar del mundo, dada su pasión por los viajes, que le hizo practicar una especie de nomadismo durante buena parte de su vida. Hasta que recaló en la ciudad en la que nadie es forastero. Esto ocurrió hace 30 años; el 18 de mayo de 1979 Alberto Busto Cousillas, más conocido como Chueco, llegaba a A Coruña tras un periplo que le llevó por Río de Janeiro, Madrid, Valencia, Sevilla, Toledo y Logroño: «Acá tiré el ancla, aunque mi intención era seguir viajando sin quedarme en un lugar fijo. Pero llegué con una niña de dos años que empezó el colegio... y nos quedamos», recuerda este artesano, con un acento que se resiste a sucumbir ante el deje coruñés. Asegura que su profesión real es la de viajero: «Lo que pasa es que ahora estoy en paro», deja caer tras haber estado recientemente dos meses en Uruguay.

De padres gallegos, de la zona de Ponteceso, -«soy un auténtico producto de la emigración gallega», se define-, lo de Chueco le viene desde crío: «Fue mi madre la que empezó llamándome así. Significa patizambo, con las piernas torcidas. Le cogí cariño al apodo y me lo quedé». Tiene claro el primer recuerdo que tiene de A Coruña: «El mar. Su color turquesa, cómo olía en toda la ciudad»; y la primera impresión que le dejó un barrio al que está fuertemente vinculado: «Monte Alto me pareció un laberinto la primera vez, pero en seguida descubrí su encanto. Es caso aparte, como un pueblo dentro de una ciudad, un barrio auténtico, en el que en un primer momento me miraban raro, sobre todo siendo un artesano con un acento extraño, pero terminaron adoptándome». Poco después de llegar al barrio, nacieron los Kilomberos: «Fue una necesidad. Me junté con una gente y empezamos a salir todos los años en carnaval. Y desde entonces». A pesar de que cada vez se van profesionalizando más en cuanto a disfraces, Chueco se reconoce choqueiro: «A Coruña entera es choqueira. No hay carnaval como el de aquí, en el que la gente participe tanto. He visto unos cuantos, y con mucho espectáculo, pero nada que ver. Los coruñeses no miran el carnaval, lo viven».

Del rastro al taller

Fundó el taller Chueco en 1990, del cual no solo han salido piezas de cuero: «Los alumnos que tuve, que se formaron conmigo en el taller. Esa es mi gran obra maestra», asegura. Pero antes estuvo involucrado en un sinfín de iniciativas, desde el rastro de María Pita hasta los jipis de la calle Agar: «Éramos más de 50 personas de todas partes de España vendiendo en la calle Real, de donde nos echaron. Así que fuimos al pleno del Ayuntamiento y conseguimos normalizar nuestra situación y ubicarnos en el callejón», recuerda.

Su última locura, el mercado de las artes aplicadas del Soho-Orzán: «Es una idea maravillosa que resucita en cierto modo el espíritu del rastrillo de María Pita. Llevamos tan solo un año y todavía tiene que consolidarse. Pero para eso estamos trabajando. Le hemos dado un vuelco, con sorteos de vales de compra, más actuaciones, cosas para los pequeños, churrasco gratis...», relata mientras mira al cielo con cara de estarse preguntando ¿quién me manda a mí meterme en estos follones?: «No me planteo hacer cosas por la ciudad. Simplemente hago lo que me apetece y me divierte, aunque a menudo lleve mucho trabajo detrás».

El coruñés de Montevideo se siente agradecido -«Esta ciudad me ha dado muy buenos momentos, muchos amigos y muchos amores»-, aunque también tiene algún recuerdo amargo: «La pérdida de mis padres. Y la de Palau. Lo sentí mucho. Nos peleábamos continuamente, pero era un gran tipo al que todos echamos de menos».