El Liceo se repone de la tragedia

A CORUÑA

El colegio recupera lentamente la normalidad cuatro semanas después de la muerte de Diego Novo en la piscina. Los directores desean hablar pronto con sus padres

26 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

En un miércoles soleado, Andrea, a punto de cumplir diez años, toca el clarinete en compañía de su profesor Pablo. Fuera, en el patio, las porterías reciben balones al grito de gol. Dos niños, con leves contusiones, hacen cola para ser atendidos por la doctora Enma en el centro médico escolar. Mientras, seiscientos niños intentan acertar con el tenedor en las judías. Es la vida del Liceo La Paz, que intenta reponerse a la pérdida de uno de sus dos mil alumnos, el niño de cuatro años Diego Novo Anido, quien apareció ahogado en la piscina del centro a finales de marzo. Aquello conmocionó a la sociedad coruñesa.

El recuerdo se hace especialmente palpable y doloroso en dos rincones del colegio, el aula 1.º C, donde el nombre de Diego aún figura en el colgador de los abrigos, y la propia piscina, reabierta a los niños esta semana. Se necesita tiempo para que el agua vuelva a ser tan divertida para los pequeños, el mismo tiempo que los fundadores y directores del Liceo, Antonio Pintor y Carlos Pérez, precisarán para referirse al trágico episodio sin que les asomen las lágrimas a los ojos. «Estamos deseando ponernos en contacto con los padres», señalan. «El colegio está con ellos, no contra ellos. Sabemos que están enfadados y lo entendemos, es justificadísimo». Antonio y Carlos optaron, tras la muerte de Diego, por renunciar al abogado de la compañía de seguros «porque sería juez y parte». Las mesas de sus despachos están inundadas de mensajes de apoyo de ex alumnos, padres e incluso una empresa que trabajó recientemente en el colegio para colocar unas placas solares: «Nos consta la seriedad y rigidez en las normas de la piscina, lo podemos firmar y decir donde haga falta», señala la misiva de la empresa. «Somos muchísimos los padres que sabemos que cuidáis de nuestros hijos como si fuesen vuestros», les dice una madre a través de un e-mail. «Esto nos anima, pero nada le devolverá la vida a Diego», lamenta Antonio.

Lo dice mientras atraviesa un pasillo forrado de vitrinas con trofeos, laureles en música, deportes y teatro. Incluido en la guía de los mejores centros de España, el Liceo aún no ha pensado en ocupar la trágica vacante. «Llamaron padres para solicitar esa plaza pero nos da mucho respeto, no es el momento».

La pizarra de un aula descubre que una hora son sesenta minutos. El tiempo avanza en el Liceo. La vida sigue con Diego en el recuerdo de todos.