El top manta se extiende por el Agra

A CORUÑA

Aumenta el número de inmigrantes que intenta sobrevivir vendiendo películas y cedés piratas, por lo que cada vez consiguen un menor «sueldo»

12 feb 2009 . Actualizado a las 11:41 h.

Senegal. Un día cualquiera. En sus aldeas y en las calles de las urbes convive el desempleo crónico, la disparidad socioeconómica, la delincuencia juvenil, y la drogadicción. Muchos jóvenes buscan dinero -?entre dos y tres mil euros- hasta debajo de las piedras para entregárselo a las mafias, embarcarse en una maltrecha patera, navegar por el océano sin rumbo fijo, sin puerto de atraque. Después de jugar con la muerte, los que sobreviven llegan incluso hasta a A Coruña. El mar no los quiso y llegan con una única ilusión: «Sacrificamos todo lo que teníamos allí. Dejamos a nuestras familias. Queremos ganar dinero para poder vivir y darle vida a los nuestros», fue lo que comentó ayer Mamadou, uno de los diez o doce senegaleses que se encontraban ayer desempeñando su profesión en la calle Barcelona, el trabajo de mantero.

Cada vez son más. Y lo reconocen ellos mismos. Por lo que el negocio «es una ruina. Somos muchos, y la gente no tiene dinero». Sus sueldos les derrotan las ilusiones: «Al día podemos sacar entre ocho o doce euros. A veces nada», dice Mamadou. Con estas cantidades tienen que pagar el alquiler, comer, vestir y comprar la mercancía.

Para tener un techo «vivimos muchos compatriotas juntos», indicó Moussa, otro inmigrante senegalés, una delicada forma de decir que viven hacinados. Y son muchos los días que comen solamente pan. La vestimenta pasa de unos a otros. Pero lo que sí no pueden es pasar sin adquirir los cedés y los deuvedés, los últimos éxitos musicales, y largometrajes que aún están sin estrenar en la gran pantalla y que optan a ganar la famosa estatuilla. Uno de sus principales problemas es éste, hacerse con el producto: «Nosotros no grabamos. Tenemos que comprar los cedes y los deuvedés a chinos que son los que bajan las películas y los discos», señala Moussa. Los inmigrantes cobran por cada deuvedé o cedé cuatro euros, siete si el cliente se lleva dos, «pero nosotros nos quedamos con solo dos euros en cada venta, lo otro se lo lleva el grabador», cuenta Mamadou.

Riesgos

Los senegaleses que ayer se encontraban con sus mantas en la calle Barcelona recuerdan que son ellos los que corren más riesgos. «Tenemos que estar siempre controlando a los policías -por eso por cada manta siempre hay dos o tres vigilantes-. Si vienen tenemos que escapar. A veces dejamos la mercancía, pero la tenemos que pagar igual». Y si los agentes les detienen pueden ser deportados a sus países.

Mientras, denuncian, los que bajan de Internet los contenidos de los cedés y de los deuvedés «no les pasa nada. Suelen tener papeles y otros negocios legales. Tienen mucho dinero», subrayó Moussa. Que no dudó en reconocer que viven con miedo, «a veces los grabadores nos amenazan». La grave situación en la que están tampoco les hace variar sus hábitos, ni tampoco esforzarse más para lograr más ventas. Tienen horario de trabajo. A las doce del mediodía extienden sus mantas, «a las dos vamos a comer». Por la tarde, empiezan a las siete, «hasta las nueve».