El primer trasplantado de corazón

R. Domínguez A CORUÑA

A CORUÑA

Tiene 78 años, pero su latido aún no es mayor de edad. El 5 de abril se cumplirán 18 años de una operación que cambió el destino de Antonio Peña y de otros 600 gallegos

19 ene 2009 . Actualizado a las 12:49 h.

«Treinta personas participaron en el primer trasplante de corazón realizado en Galicia», rezaba la crónica de aquel 5 de abril de 1991. Peña Rubinos, entonces, ya era jubilado de banca y se recuperaba en la UCI «sin ayuda de respirador y en buenas condiciones hemodinámicas» tras una operación de tres horas y media de duración. Aquel corazón, donado por un joven vallisoletano muerto en accidente de moto, sigue latiendo en el pecho de Antonio el fantástico, como lo bautizó Alberto Juffé, jefe de Cirugía Cardíaca y responsable, junto con el doctor Gonzalo Pradas, del trasplante, cuya coordinación corrió a cargo de García Buitrón, en la actualidad gerente del hospital coruñés.

«Me encuentro bastante bien, no me puedo quejar», asegura el principal protagonista de aquella jornada desde su casa del Barrio de las Flores. Hace casi 18 años arrastraba tres infartos y, de no aparecer un órgano, su expectativa de vida era de uno.

«Hace poco fui a hacer la revisión y los médicos me encontraron muy bien, muy bien todo, de las coronarias y todo, pero quieren hacerme una prueba para ver cómo están las venas; hace muchos años que no me hago el cateterismo porque no me sofoco ni nada», explica.

Hoy, su segunda oportunidad va a marchas forzadas por cosas del corazón, aunque no de aquel que llenó todos los titulares y forma ya parte de la historia de la medicina en Galicia. Por el camino, ha sobrevivido a dos hijos. Ironías de la vida, después de haber estado «con un pie en el otro lado», Antonio asegura que hasta los propios médicos «están extrañados, después de tantos palos, de que siga así».

Sin embargo, este hombre que se atrevió a estrenar una operación que todavía hoy tiene el toque de lo milagroso, ha empezado a fraguar temores a golpe de fatalidad. «Yo, que nunca tuve miedo, que me decidí rápido a ser el primero, nunca he tenido tanto miedo a morirme como ahora, que tengo 78 años», asegura. Piensa en su mujer, compañera de esperas y desesperaciones. Anda estos días Laura «un poco pachucha», cuenta, de modo que Antonio, que trata de mantener sus rutinas del régimen, las pastillas (23 al día, en la actualidad) y los paseos, ha sumado una nueva tarea a su agenda: «Hago los recados, voy con mi lista a la carnicería, al pescado, cosas de poco peso, porque tampoco puedo abusar». Los vecinos, que «no saben ya qué hacernos», y una señora les echan una mano con las cargas más pesadas.

Las compras ocupan parte de un día a día que Antonio inicia «bajando a por el pan y por el periódico» y en el que no perdona las tostadas con algo de mermelada. «Es la comida que mejor hago», cuenta ahora que el sintrón le ha hecho renunciar al par de onzas de chocolate que se tomaba a media mañana. El café con leche y la botella de agua son paradas obligadas en su paseo de antes de comer, de modo que se planta en el mediodía con un poco de ejercicio en el cuerpo, la charleta con algún vecino y el repaso a la actualidad. Después, algo de reposo tras la comida, y una sobremesa con tele en la que solo el fútbol le convence. «Los médicos me quitaron de ir al estadio, porque no me convenía esa tensión, pero soy del Dépor de siempre y mi mujer todavía más; si algún día me tocase la lotería ?avisa?, le compraría un jugador, aunque solo fuese por darle el gusto a ella», bromea.

Aparte del fútbol en vivo y en directo o el chocolate y otras delicias, a cambio de 18 años de vida extra, el primer trasplantado de corazón en Galicia (el primer gallego al que se le realizó un injerto cardíaco había sido operado en Santander) ha tenido que renunciar a otros pequeños respiros, como coger el coche y perder los días en la arena de Muros o redescubriendo Corme.

No ha dejado, sin embargo, de visitar con regularidad su peña de siempre, la de la sociedad de la Gaiteira, donde continúa jugando a las cartas y despistando los recuerdos con los amigos de la partida. El 5 de abril, volverá a saludar a sus médicos. Es casi un rito para Antonio, una forma de no olvidar aquella fecha significativa para él y para todos los que, a partir de entonces, ya no tuvieron que salir de Galicia para encontrar un recambio vital. Cuando el trasplante de corazón alcance en esta esquina del mapa la mayoría de edad, serán ya casi 600.