«Gustaríame ser mestre, pero non sei se o consigo»

CARBALLO

Nació en Zas, se casó en Cabana, da clase en Coristanco y vive en Carballo. Es profesor, geógrafo, investigador del patrimonio y amante de la comarca

25 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Evaristo Domínguez nació en O Sixto (Gándara-Zas). Los sixtos antiguamente eran (derivan de) las sextas partes de las propiedades. Esa explicación histórica es la que le lleva a preferir escribir el lugar con equis, en vez de con ese, como ya se suele ver por ahí.

Evaristo siempre ha estado indagando sobre lo que le rodea y lo que había antes en esos mismos sitios. Ya desde los tiempos mozos de llevar a pastar las vacas. Esa curiosidad es algo que se tiene o no se tiene, y a él siempre le sobró. Como la vocación para el magisterio. Y además, en una zona rica en vestigios, pero que hay que descubrir. Esto no es Egipto, con pirámides a la vista. Soneira y Bergantiños esconden aún muchos tesoros entre la maleza, sobre toponimia, en los montes, en el subsuelo....

Para el rincón elige un lugar bello y simbólico: la cascada del Rabiñoso. Está entre molinos, en un río que separa Zas (Soneira) de Coristanco (Bergantiños). Muy cerca de la casa en la que nació, pero más de Vilar Ramilo y del Pico de Meda. Evaristo nada entra las dos aguas del cauce: «Síntome soneirán, pero en Bergantiños tamén estou moi a gusto». De ahí que ponga un pie en cada comarca. Es además una manera de reivindicar un paraje aún poco conocido, que merecería un trato mejor. Por ejemplo, señalizando, rehabilitando los molinos. Se habló de ello hace años, pero nada más. Él recuerda aún el lugar en pleno funcionamiento. Tiene, por tanto, un plus de valor sentimental.

La tierra le tira mucho. En lo privado y en lo profesional. Es profesor y siempre ha tratado de inculcar a sus alumnos el amor por lo propio. Sobre todo en el colegio de Agualada, donde lleva ya 18 años. Antes pasó por Vimianzo, Zas (siete años) y el Fogar de Carballo. Además de maestro, se licenció en Xeografía. ¿Cómo se define? «Gustaríame ser mestre, pero non sei se o consigo. Que os rapaces vexan en min unha persoa na que poden ter confianza, que lles poida resolver dúbidas. Gústame que se interesen polo que é deles. Son moitos os que saben o que hai fóra, pero non o que teñen na beira da casa. Quero inculcarlles o amor polo propio. Dificilmente se pode valorar un mesmo se non coñece o que ten». Eso significa recorrer leiras, montes, pistas, preguntar, apuntar, patear caminos. Disfruta mucho con las anécdotas pequeñas. Como la de aquel señor al que, sin conocerlo de nada, un día lo abordó y le habló.

-Ti eres Evaristo.

-Son. ¿Por?

-Fai oito anos viñeches por aquí a preguntar por un castro.

Ha preguntado mucho por castros, por mámoas, por dólmenes, por restos romanos. Es un buscador de tesoros patrimoniales. Pero ya lo fue más. «Non é que non me siga gustando, que si. É por motivos de vida persoal, as cousas van cambiando e xa non é o que era. Xa non pateo tanto o monte». Su cabeza es como un GPS megalítico: «Teño localizadas entre 150 e 200 mámoas». Y eso que siempre ha tirado más hacia los romanos. Sabe de siete lugares del municipio de Zas donde han estado, y de otros cuatro en Coristanco.

Los romanos

Fueron precisamente los romanos los que le metieron la afición en el cuerpo. Bien, en realidad fue un profesor suyo, pero a cuenta de los romanos. Vázquez Varela, que era el que impartía la asignatura de Historia en el instituto Alfredo Brañas de Carballo. Evaristo, por cierto, pertenece a la primera promoción del centro, la del año 1970. «Este profesor levou un día a clase tellas romanas, as tégulas». Habló de ellas, explicó los asentamientos. Fue casualidad, o no, pero Evaristo encontró tejas similares en Gándara, guardando de las vacas que pastaban, cerca de donde está ahora la iglesia y el campo de fútbol de la parroquia. «Había unha enorme cantidades, podíase cargar un tractor con elas». Los tractores fueron justamente los que eliminaron esos yacimientos, con las nuevas maquinarias que trabajaban la tierra, nada que ver con lo que había antes, que permitió su supervivencia milenaria. En aquel lugar llegaron a encontrar más elementos, lo que llevó a concluir que incluso pudo ser el asentamiento de una villa del siglo II o al III después de Cristo.

Pero eso ya queda muy lejos (el hallazgo, no la villa). Más lejos están las mámoas. En Gándara sabe de 12. Una de ellas, muy alta, en el Pico de Meda, lugar totémico de la zona.

De todas estas cosas habla a sus alumnos. Realizan salidas, recorren carreiros , visitan lugares de interés. Coloquialmente hablando, Evaristo es uno de esos profesores currantes que viven por y para enseñar, nada que ver con los que están más pendientes del reloj para irse que de los alumnos. «Eu disfruto coa ensinanza. Creo que collín a carreira da miña vida, pero tamén me adapto facilmente a calquera situación». Cree que los problemas, de haberlo, están en que los alumnos no muestran el interés de antaño, pese a que Agualada aún es de la «vella escola».