Especialidades médicas: las ramas no dejan ver el tronco

Eduardo Vázquez Martul PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

07 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin duda alguna, el avance de la ciencia, o del saber en general, se debe en gran parte a la especialización. Al delimitar el campo de estudio es mas fácil su comprensión. He leído una reflexión de Javier Cercas sobre el pensamiento que caracteriza a Oxford, donde la antiespecialización es norma, y me dio pie para poner en orden ideas sobre un problema actual en la sanidad pública generada por la crisis de la medicina de familia. El tiempo en la ciencia pasa tan rápido que lo de ayer es casi prehistoria. Como médico que soy de una generación heroica en la que se reafirmó el sistema mir, verdadera revolución que impulsó la sanidad pública, puedo constatar la gran explosión de las especialidades médicas en las últimas décadas. Se ha pasado de formarte como internista o cirujano general (a excepción de alguna especialidad) a una extensa y variada lista de especialidades que a su vez se subdividen en múltiples subespecialidades, en una red que parece no tener fin.

Es necesario comentar que España lidera con Estados Unidos la lista de especialistas en medicina, pero EE.UU. no es España y menos respecto a la medicina. Allí es lo privado lo que manda y aquí ostentamos una de las mejores medicinas públicas, que se irá al traste si no se diagnostica correctamente el problema. Es fácil de comprender, incluso para profanos, que las especialidades médicas se ramifican de tal manera que las ramas no dejan ver el tronco. Sin duda, la gran especialización favorece el conocimiento, pero complica la gestión del paciente, incrementa los tiempos diagnósticos, multiplica las listas de espera, y lo más grave, encarece los costes con un efecto multiplicador, hasta tal punto que hace tambalear el sistema público. Ya no esperamos que nos curen, sino que esperamos para que nos diagnostiquen. Se crean circuitos reverberantes pendientes de una prueba diagnóstica, o del especialista adecuado. Este circuito reverberante se debe atajar, y solo se me ocurre un tratamiento, como es volver a la máxima de Oxford: invertir en las áreas troncales y medicina familiar, y no solo en personal, sino también en equipamiento, tecnología, correcta formación, conocimiento, siempre dirigida por la planificación inteligente al margen de la política de partidos.

Un médico de familia bien formado resuelve en gran parte la derivación a especialistas y, por consiguiente, la hospitalización. Pero el problema es que las plazas de medicina de familia no se cubren. No son solicitadas. ¿Por qué? Primero, porque la medicina de familia no es una especialidad cualquiera, exige un arduo conocimiento y formación general en medicina interna y preventiva; segundo, se precisa una verdadera vocación de médico, algo muy importante; tercero, es necesaria una correcta motivación y consideración social (no está bien retribuida ni considerada); y cuarto, porque las especialidades médicas obedecen en gran manera su impulso a un triángulo de compañías de biomedicina-tecnología-industria farmacéutica, algunas líderes del mercado mundial, que potencian las especialidades que se desarrollan en el hospital, principal fuente de prestigio pero también del gasto sanitario. Y aquí se cierra el círculo que incrementa el gasto publico.